Editorial: La pólvora no vale una vida

Diciembre suele asociarse al encuentro familiar, la fe y la celebración, pero también es una época en la que la euforia puede volverse peligrosa. Cada Navidad y fin de año, el uso irresponsable de pirotecnia convierte la alegría en tragedia, llenando las salas de emergencia de niños, jóvenes y adultos con quemaduras y lesiones que pudieron evitarse, una realidad que se repite pese a las constantes campañas de concientización de bomberos y otras entidades.

La responsabilidad no recae solo en quienes manipulan estos artefactos, sino también en quienes los fabrican y almacenan de forma ilegal, muchas veces en viviendas convertidas en bodegas, poniendo en riesgo a barrios enteros. Aunque la Ley de Defensa Contra Incendios regula estrictamente la pirotecnia y el Código Integral Penal sanciona con penas de tres a cinco años de prisión estas actividades sin autorización, cada diciembre se repite el mismo escenario de irresponsabilidad.

Más allá de las sanciones y los operativos, este es un llamado urgente a la conciencia colectiva. No hay celebración que justifique una vida marcada por una quemadura ni una familia rota por la imprudencia. La verdadera forma de celebrar es protegiendo a quienes más queremos. Hay que entender que la tradición jamás deben imponerse sobre la vida.