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Opinión
Editorial: Comprar objetos robados
Antes se conocía a los comerciantes de objetos robados como “cachineros”. Las cachinerías funcionaban a la luz pública y eran, al parecer, un negocio floreciente.
Antes se conocía a los comerciantes de objetos robados como “cachineros”. Las cachinerías funcionaban a la luz pública y eran, al parecer, un negocio floreciente. Han desaparecido las cachinerías, pero el negocio de los objetos robados, especialmente celulares, tiene hoy un buen mercado, aunque manchado de sangre y muerte.
Ahora hay una campaña para evitar que se compren los objetos robados que se venden a precios ínfimos, pues su comercio incentiva el interés de las personas y estimula el robo, el asalto, el homicidio. Los delincuentes no reparan en sus métodos cuando tratan de apoderarse de los bienes ajenos y, antes por el contrario, amenazan de muerte a quienes se resisten al asalto y hasta los matan, como ocurre con frecuencia.
Quienes compran esos objetos son encubridores de los delincuentes, y el encubrimiento es un delito sancionado por la ley, pero casi nunca se procesa penalmente al comprador de bienes robados. Ya es hora de que se aplique la ley también contra los encubridores porque, sin la manga ancha del tráfico de bienes robados, este delito disminuiría y, sobre todo, se evitaría en buena parte los crímenes que cometen ladrones y asaltantes.