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Opinión

Editorial: La condecoración de Manuela Sáenz

Las preseas que entrega el Estado, es decir condecoraciones que tienen un reglamento y se confieren por altos servicios prestados al país, deben guardar la mayor discreción posible y entregarse a ciudadanos extranjeros solo por méritos indiscutibles.

Ha traído disgusto la condecoración que, por sí y ante sí, ha entregado la presidenta de la Asamblea a la expresidenta de Argentina y el disgusto procede porque la exgobernante enfrenta más de cuatrocientos posibles procesos por presunta corrupción.

La condecoración otorgada representa la memoria de una mujer ilustre y valerosa del Ecuador, mujer que arriesgó su vida en tres ocasiones para proteger la existencia del Libertador, amenazada por unos atentados que de no haber sido por la actitud de nuestra compatriota, habrían cobrado la vida de Bolívar.

Este antecedente, aparte de otros importantes en la causa de la libertad, hacían de Manuela Sáenz una mujer extraordinaria.

Entregarla a una persona que en el ejercicio del más alto cargo en su país habría cometido hechos punibles, es por lo menos una imperdonable ligereza.