Opinión
La ciudad de Cotacachi
Tengo una impresión entre grata y no grata, del antes y después.
Tengo una impresión entre grata y no grata, del antes y después. Hace 25 años en la ciudad de Cotacachi el comercio informal propiciaba algarabía, había gente en sus calles y por los alrededores del mercado. Atractivo turístico eran las personas vestidas de jinetes de los páramos, pantalones, chalecos y sombreros de cuero y lana, a caballo, sobre monturas fileteadas en plata u otros metales.
En una nueva visita (05-04-2017) encontré una ciudad sofisticada, limpia, ordenada. Sus casas bien conservadas y pintaditas, las calles y plazas tratadas con esmero. Buena educación de sus moradores, pero despoblada en proporción al aumento demográfico del país. En días ordinarios se escucha un silencio que solo es interrumpido por el susurro del viento. Los turistas se pueden contar con el dedo de una mano. Los amplios almacenes se suscribieron a la avenida 10 de Agosto. La mayoría están decorados con tras puertas, tras paredes de vidrio, permitiendo una visión amplia desde afuera, admirando así las artesanías en cuero legítimo, en modelos y colores originales. En día de feria se permite colocar pocos puestos en la calle, en una especie de comercio formalmente informal, pero en 2 jornadas, pues cierran al mediodía, aunque las ventas han bajado.
Indagando a la ligera el cambio de este entorno social, algunos responden que se debe a que implementaron un procedimiento para aplicar el Ally Kamsay (Vivir bien). Quedaron de lado algunas costumbres ancestrales y adoptaron otras.
Medianos, pequeños comerciantes de la población llana cambiaron su domicilio a Otavalo, en donde sí existe un vigoroso comercio que genera rentabilidad.
César Antonio Jijón Sánchez