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Opinión

La invitada del día: Ante la tumba de Antonio Santos

Nos encontramos en el camino de la vida, no por casualidad. Fue el hermano que el destino nos regaló sin dar nada a cambio. Llevaba el arte en la sangre. La poesía, el teatro, la declamación, la pintura, el canto, la danza, la artesanía... En fin, era un artista completo, de la cabeza a los pies. Pero, el pasaje que tenía comprado al más allá se lo llevó muy temprano y en silencio, sin permitirle decir un adiós o un hasta luego. El espacio que ha dejado en nuestros corazones y en el quehacer artístico es inmenso, imposible de llenar. Su lealtad, nobleza y don de gente lo hacían muy singular. Era incondicional. En los escenarios y micrófonos, que tantas veces compartimos, continuará resonando su voz, con los versos de García Lorca o Rafael de León, e imitando a Charles Chaplin o Santa Claus, e interpretando a personajes escapados de radionovelas y de las obras de Pipo Martínez y de cuanto dramaturgo se le antojaba, con sencillez y buen humor. Hoy, ante su cuerpo inerte, no podemos creer que ese Antonio que vimos la última vez, en la sesión solemne de la Casa de la Cultura, llenando de vida el salón, repose en una tumba repleta de poemas, canciones y recuerdos, lejos de su España profunda. Nos deja muchas cosas pendientes, espectáculos por hacer, un vacío sin límites y un legado enorme de arte.