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Opinión

Editorial: Cuando el fútbol se aleja del pueblo

El Mundial 2026 refleja cómo el fútbol se volvió un negocio global: precios altos excluyen a hinchas ecuatorianos y profundizan la brecha social

El fútbol hace tiempo dejó de ser un deporte popular. Con el paso de los años, se transformó en un espectáculo global altamente lucrativo, donde el acceso a estadios, camisetas o experiencias exclusivas depende, en gran medida, del buen billete.

Para un aficionado ecuatoriano de clase baja o media, asistir al Mundial 2026, que se disputará en EE. UU., México y Canadá, es una posibilidad bien jodida debido a los altos costos. Los países sede no son destinos baratitos y, en muchos casos, acompañar a la selección implicaría recurrir al tarjetazo. Por ejemplo, la entrada más barata para el partido entre Ecuador y Alemania supera los 1.100 dólares. Este nivel de precios, impulsado por grandes negocios y anunciantes, suele desplazar las prácticas locales del aficionado tradicional y generar una desconexión con la base social del deporte.

Como resultado, el fútbol tiende a dividirse entre quienes pueden costear estas experiencias internacionales (que no necesariamente son los hinchas más fieles) y aquellos que viven el balompié como su ‘religión’ pero solo pueden seguirlo a través de la televisión. Ese distanciamiento refuerza la sensación de que el espectáculo mundial se aparta de sus raíces para adaptarse a intereses económicos más amplios.