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Opinión
Editorial: El 'impuesto' más caro para el pueblo
El Estado no puede seguir mirando a otro lado: o recupera las calles de Guayaquil para la gente, o la delincuencia terminará gobernando en su lugar
El silencio por el miedo y la normalización de la intimidación y de las extorsiones es la otra cara de los negocios y servicios en ciudades como Guayaquil, la más oscura y dolorosa, porque la tranquilidad tiene un precio que encarece la forma de vivir. Es una cadena que parece interminable y que, lamentablemente, no ha encontrado respuestas de las autoridades. Los ecuatorianos se sienten desamparados aunque se quiera hacer ver lo contrario.
Como lo reveló EXTRA esta semana, algunas cooperativas de buses urbanos llevan al menos dos años ‘vacunadas’ por criminales para que las unidades puedan seguir circulando por zonas conflictivas, donde en muchos casos los patrullajes de las fuerzas del orden no llegan. Todo esto ha modificado sus rutinas de trabajo, pero también el pago de 1 a 3 dólares diarios ha empobrecido más sus bolsillos, sumándose a un efecto dañino que ‘mata’ de a poco la economía popular, les quita capacidad adquisitiva a los ciudadanos y los empuja a migrar.
El Estado no puede seguir mirando hacia otro lado: o recupera las calles de Guayaquil para la gente, o la delincuencia terminará gobernando en su lugar. Si el Gobierno no actúa con decisión, la extorsión seguirá siendo el impuesto más caro que pagan los ecuatorianos por simplemente querer trabajar y vivir en paz.