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Opinión

Editorial: ¡La violencia que la Policía no quiere ver!

La sensación ciudadana es clara: estamos a la buena de Dios, sin autoridad que proteja la vida ni el espacio público

En Santo Domingo se ha instaurado el terror: masacres, cuerpos desmembrados y escenas de horror que ya no sorprenden, pero sí alarman. Lo más inquietante no es solo la violencia, sino la respuesta oficial. Cuando periodistas de EXTRA consultaron a la Policía sobre los restos humanos hallados en una fosa en Brasilia del Toachi, la respuesta fue tan fría como insuficiente: “todo está en orden, fue un hecho aislado”.

¿Aislado? Apenas días después, siete personas fueron asesinadas en un villar de la Zona Rosa, a las dos de la madrugada, en uno de los puntos más concurridos del cantón. La violencia madrugó a la Policía, que parecía mirar hacia otro lado mientras el crimen organizado se movía a sus anchas.

Frente a esta realidad, surgen preguntas inevitables: ¿qué operativos están ejecutando?, ¿por qué sus acciones parecen reducirse a detener a contraventores menores mientras los sicarios imponen su ley? La sensación ciudadana es clara: estamos a la buena de Dios, sin autoridad que proteja la vida ni el espacio público.

Santo Domingo no es cualquier ciudad: es un punto estratégico que conecta la Costa con la Sierra. Lo que allí ocurre repercute en todo el país. El Gobierno no puede seguir postergando decisiones de fondo. Si la Policía no logra contener la ola de violencia, urge la intervención militar con resultados verificables. De lo contrario, seguiremos atrapados entre la indiferencia oficial y el poder del crimen.