Por trochas, donde la selva cubre con su humedad cada rincón y los caminos parecen eternamente embarrados, en el cantón Eloy Alfaro, provincia de Esmeraldas, se llega a una comunidad que, pese a la adversidad, se niega a rendirse. Se llama Fiba Jaki, que en lengua chachi significa Hoja Blanca, donde los niños están aprendiendo... entre el lodo. Reciben sus clases sobre la tierra y bajo techados de caña y plástico negro.

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Fiba Jaki fue uno de los puntos elegidos por el entonces presidente Rafael Correa para levantar una ‘escuela del milenio’. Llegaron el metal brillante, las aulas amplias, laboratorios con estanterías nuevas y las baterías sanitarias de cerámica. Era 2010 y desde comunidades lejanas (La Ceiba, San Miguel, Zapallo), los estudiantes caminaban más de una hora, desafiando el barro y las quebradas, para asistir a clases en la moderna estructura en medio de la selva.

Los niños de entonces hablaban de computadoras y aprendían en kichwa, chachi y castellano. Pero con el paso de los años, la humedad se filtró por los techos, pudriendo las bases y despegando las paredes. Las láminas que daban forma a la escuela comenzaron a soltar una espuma blanquecina que habría afectado la salud de los estudiantes.

Plantel cerrado por la comunidad

La comunidad se alarmó cuando algunos niños comenzaron a rascarse sin control. Luego vinieron las úlceras, casos de tos crónica y pulmones inflamados. Las aulas se convirtieron en una amenaza.

Jefferson Tapuy, rector encargado de la Unidad Educativa Comunitaria Intercultural Bilingüe Fiba Jaki, ha enviado oficios a todos los niveles: al Ministerio de Educación, a la Secretaría de Educación Intercultural Bilingüe, a los distritos, gobiernos locales. Incluso ha viajado a Quito, Ibarra y Borbón para que se ejecuten los arreglos. “Pero nadie nos escucha. Nadie”.

Desde el inicio de clases en este periodo, los 350 estudiantes ya no pisan la escuela del milenio. La comunidad la selló para evitar tragedias. Ahora imparten las clases al lado de la cancha comunal, en improvisadas aulas de caña guadúa, madera vieja y plástico negro. No hay paredes, ni electricidad, ni agua potable, tampoco baños. Solo hay voluntad.

Cuando llueve, y en Fiba Jaki siempre llueve, el suelo se convierte en lodo espeso. Las sillas plásticas se hunden, los zapatos se pierden. Pero allí están los niños con uniformes blancos, aprendiendo entre charcos y mosquitos, mientras los docentes escriben con tizas sobre cartones clavados a la pared de caña.

Fiba Jaki, la Hoja Blanca, resiste como símbolo de lo que fue y de lo que podría volver a ser. La comunidad no pide lujos, ni tecnología de punta, ni edificios relucientes. Solo lo básico: aulas seguras, agua, baños y materiales para que los niños tengan donde estudiar.

Plantean construcción de aulas emergentes

La legisladora esmeraldeña Paola Cabezas hizo un requerimiento de información, el pasado 18 de junio, sobre el estado crítico de la Unidad Educativa Intercultural Bilingüe Fiba Jaki, en el cantón Eloy Alfaro.

El Ministerio de Educación, en respuesta al pedido de información de la asambleísta, confirmó que han ejecutado visitas técnicas, en las que han identificado múltiples necesidades prioritarias en la institución.

De acuerdo con el informe oficial, más del 50 % de la infraestructura está comprometida, con servicios básicos medianamente afectados.

El gobernador de Esmeraldas, Juan Jaramillo Paredes, junto a autoridades distritales y del MIES estuvo en la comunidad, el 21 de julio y constató las precarias condiciones en las que se encuentra el plantel, las instalaciones improvisadas en un coliseo, la falta de mobiliario.

Por ello anunció que solicitará al Ministerio de Educación la construcción de al menos 15 aulas nuevas, como medida urgente.

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