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Quito

Los moradores del sector viven con zozobra ante la frecuencia de robos en cada esquina.Angelo Chamba

Inseguridad en la av. La Prensa: Secuela que dejó la salida del aeropuerto de Quito

Doce años después del cierre del aeropuerto, el sector sigue sin repuntar. Vecinos dicen que el Parque Bicentenario no ha cumplido las expectativas.

A la una de la tarde, el sol todavía pega fuerte sobre la avenida de La Prensa, en el norte de Quito. Pero, desde el sur, las nubes oscuras anuncian lluvia. Dos jóvenes, con la ropa manchada y las manos en los bolsillos, caminan sin apuro, observando a los pocos transeúntes que pasan frente al Centro Comercial Aeropuerto, hoy rebautizado como Bicentenario.

“Por aquí ya no se puede ni conversar tranquilo”, dice José Quilo, vecino del sector desde hace 40 años. Mientras habla, mira hacia los lados. “En cualquier rato pasa una moto y te quitan el celular. Nadie hace nada”.

Su testimonio refleja el ambiente del barrio, que desde hace 12 años vive en un apagón comercial y social. Todo cambió el 19 de febrero de 2013, cuando despegó el último avión del antiguo Aeropuerto Mariscal Sucre. Al día siguiente, Quito estrenó su terminal aérea en Tababela y esta zona -que antes bullía de gente, taxis y viajeros- se quedó vacía.

Los restaurantes, tiendas y talleres comenzaron a cerrar. “Antes tenía tres empleados en mi taller de frenos; ahora solo trabajo con mi hijo, y a duras penas nos alcanza para vivir”, lamenta Quilo.

En varias esquinas se observan rótulos que anuncian locales en alquiler. Los propietarios prefieren esta opción para ganar dinero.ANGELO CHAMBA

El miedo manda

Las tiendas ahora atienden tras rejas. “Por seguridad”, explica doña Carmita, la dueña de una tiendita donde apenas se ven algunos víveres. “Aquí han asaltado hasta en feriados, a plena luz del día”.

Lo confirma Natalia Navarro, vecina del barrio. Hace un año montó una heladería en el garaje de su casa, con la esperanza de revivir la zona. “Cuando hay conciertos o ferias en el parque, vendo algo; pero si no hay eventos, no viene nadie. Y si abro en feriado, pierdo plata y me arriesgo a que me roben”, confiesa.

El Parque Bicentenario, levantado sobre las antiguas pistas del aeropuerto, prometía ser un nuevo pulmón para la ciudad y un polo de desarrollo. Pero la realidad es otra: locales cerrados, calles solitarias y vecinos atemorizados.

La inseguridad ahuyenta

A Jorge Montiel, de 70 años, le toca hacer de vendedor, conserje y guardián en un local de equipos de cocina. “Quería abrir a las siete de la mañana, pero mi jefe no me deja, dice que es peligroso. Y los domingos ni pensarlo, los únicos que salen son los ladrones”, cuenta.

El hombre asegura que el problema empeoró con el paro y con el clima: “Si llueve, no entra nadie. Solo los habitantes de calle que vienen a dormir en las puertas. A veces hay que despertarlos con cuidado porque uno no sabe cómo van a reaccionar”.

La escena se repite entre el parque de La Concepción y la zona de la FAE: persianas cerradas, paredes grafiteadas y olor a orina. “Aquí todo se vino abajo cuando se fue el aeropuerto”, resume Quilo.

Un plan que no despegó

Cuando se anunció la mudanza del aeropuerto, el Municipio presentó el Plan Especial Bicentenario, que prometía transformar el lugar en un nuevo centro urbano, similar a La Carolina. Pero el proyecto nunca despegó.

Los concejales Bernardo Abad y Michael Aulestia reconocen que las constructoras no se interesaron porque las reglas no estaban claras y no había terrenos grandes para levantar edificios. “La gente no ve atractivo en esta zona, prefiere irse a Los Shyris, la República o a Cumbayá”, admite Abad.

Aulestia, por su parte, confía en que las cosas cambien con la ampliación del Metro de Quito. “Si se concreta la estación del Centro de Convenciones y la de la Tufiño, puede generarse una nueva centralidad, como pasó en la Jipijapa”, explica.

También ve con buenos ojos el plan de levantar una Arena para conciertos en el Bicentenario. “Eso daría vida al barrio. Más movimiento significa menos delincuencia”, sostiene.

Los dueños de los locales se cuidan como pueden para no caer en manos de la delincuencia.Franklin Jacome

Esperanza y la resignación

Mientras tanto, los vecinos siguen esperando un cambio. “El Municipio prometió más seguridad, cámaras, alarmas comunitarias... pero hasta ahora nada”, dice Natalia, la heladera.

El ruido de un trueno interrumpe la charla. El sol desaparece y el viento levanta polvo del parque vacío. José Quilo baja la mirada, suspira y suelta: “Aquí antes se escuchaban aviones. Hoy solo se escuchan motos y gritos de auxilio”.

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