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Las reglas del bondage exigen que sea seguro.Karina Defas / Extra

El BDSM y el amor

Un leve aroma a cuero se percibe en el cuarto de Kitty, quien está acompañada de su novio Perro.

Un leve aroma a cuero se percibe en el cuarto de Kitty, quien está acompañada de su novio Perro. No se trata del mejor amigo del hombre, sino de un apelativo que usa para no revelar su identidad.

De hecho, ambos no quieren mostrar sus rostros para hablar del amor que los envuelve. No es un romanticismo de novela, sino de aquel que se ve en la fiereza del Bondage y Disciplina, Dominación y Sumisión; y Sadismo y Masoquismo (BDSM).

Ellos se conocieron dos años atrás. Kitty, pequeña y curvilínea curioseaba en las redes sociales y halló a Perro por coincidencia. “Le escribí pero no me respondió sino después de tres meses”, contó la muchacha tras una máscara de gatita.

Él, un venezolano alto y callado, se dejó envolver con la charla amena de la joven ecuatoriana. Esa atracción lo trajo a Quito, para buscarla así y, de paso, mejorar su situación económica fuera de su tierra.

Al fin, los dos pudieron encontrarse en una fiesta y hablar sobre aquellos gustos similares por el BDSM. Kitty le contó que es una dominante y Perro, por otro lado, interpreta el papel de sumiso. “Me gusta que la mujer tenga el control”, comenta.

Esa fascinación por el cuero, los golpes y lo salvaje en el sexo lo descubrió cuando tenía 14 años. Creyó que era un gusto raro, al punto que sus novias en Venezuela no lo comprendían. Decidió buscar en redes y halló la respuesta. Muchas personas del extranjero compartían sus preferencias.

En Quito, en cambio, sucedía lo mismo con Kitty. A sus 15 años, ella sentía que sus parejas debían dominarla, un rol que lo tuvo en el BDSM mucho tiempo. Lo descubrió con su primer enamorado, quien la sobreprotegía y las prácticas en la intimidad desbordaban en lo excéntrico.

Papeles

Kitty usa un corpiño que la transporta a una época victoriana. Una mascarilla negra en su boca y botas del mismo color completan su vestimenta de mujer fatal.

Perro solamente se quita su camiseta para adentrarse en su papel de sumiso. Una máscara con rostro de can lo cubre mientras pone sus manos en el piso simulando a una mascota.

La chica lo sujeta del cuello con una cadena. Él tiene sus manos atadas con esposas de cuero y un látigo. Su novia pone un pie en la espalda y le ordena que haga todo lo que ella desee, siempre y cuando, estén metidos en el rol.

Muchos, incluyendo sus familias, no comprenden su forma de amar, así como esa pasión por los látigos, máscaras y demás juguetes sexuales que pueden acompañar un sesión.