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Excárcel de Cuenca sirve para exponer la vida de los reclusos
La excárcel de Cuenca, que por 57 años y hasta noviembre del 2014 sirvió de reclusorio, hoy es sede de la muestra colectiva internacional de 19 artistas ecuatorianos y extranjeros.
La excárcel de Cuenca, que por 57 años y hasta noviembre del 2014 sirvió de reclusorio, hoy es sede de la muestra colectiva internacional de 19 artistas ecuatorianos y extranjeros. ‘Gigantes y derivas, procesos del arte monumental’ es la temática que nació en 2015 por iniciativa del artista ecuatoriano Hernán Pacurucu y del chileno Víctor Hugo Bravo.
En las 10 celdas donde estuvieron hacinados 604 internos se plasma video-arte, dibujo, fotografía que refleja la historia del viejo edificio. Los expositores, ecuatorianos, latinoamericanos y europeos participan por invitación de los mentalizadores del encuentro que cuenta con el aval del departamento de Cultura de la Municipalidad de Cuenca. La muestra estará abierta hasta el 5 de noviembre.
Hernán Pacurucu y Víctor Hugo Bravo consideran que en el arte existe una crisis conceptual de lo sensorial. La exposición intenta llegar a los sentidos a través de olores, colores y formas, dijo Pacurucu.
Bravo aseguró que la propuesta intenta salir de los esquemas comunes en que se encierran las obras de arte. Es decir, salir del ‘cubo blanco’ o museo. Ambos creen que se busca la materia, mucho contexto, cuerpo y percepción.
Con las obras, todas relacionadas a la vida tras la rejas y levantadas en las mismas celdas manteniendo sus elementos, se pretende energizar a los visitantes encaminando a que cada uno sienta lo que vivieron los internos. Sara Roitman es una de las expositoras con su obra ‘La mosca’. La instalación compuesta de insectos elaborados en neón verde simboliza la putrefacción, explicó. “La mosca es un insecto que vive en la basura, en lugares sucios, con lo que se hace una relación entre la mosca y la cárcel, metafóricamente hablando de la podredumbre de la sociedad, que está infestada y en estado de descomposición”, señala.
La chilena Claudia Osorio, usando realidades como la violencia, la restricción del encarcelamiento, recolectó en su obra objetos que tengan una carga simbólica, o vestigios del lugar. Las cosas están dentro de bolsas de tela, representando los actos que se ocultan en una prisión.