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La cervecita y su paso por el convento
En el conjunto conventual de San Francisco, se reconstruyó la antigua cervecería de los frailes.

Hay un espacio donde se guarda todo lo que se necesitaba para la labor.
El olor de madera nueva reemplazó al amargo aroma de la cerveza franciscana. Los toneles donde reposaba por mucho tiempo para su fermentación ahora tienen nueva ‘vida’. Esas vetustas tinajas de madera son tan grandes que una persona podría entrar sin ningún problema.
Sobre estas hay una tapa que se levanta por un sistema de bisagras y cuando se cierra lo hace de manera casi hermética. Allí, los religiosos del Complejo Conventual San Francisco, en el Centro Histórico de Quito, fermentaban el trigo para la elaboración de la cerveza.
“Solo se tomaba un vasito, porque el agua mineral era cara”, confiesa fray Jorge González, miembro de la orden. Él calcula que el sitio se instauró en el siglo XIX.
Las jornadas para que la bebida fuera tomando forma no eran tan cortas como se piensa. Los hermanos se levantaban muy temprano todos los días para cocinar la cebada. Lo hacían desde las dos o tres de la mañana para que el grano quede en su punto perfecto.
“Tenían que mover, cernir, entre otras cosas”, señala el religioso. Después de ello, se ponía en un horno para secarlo y el líquido que salía se lo llevaba a otro lugar para otra cocción.
Una vez finalizado ese proceso, a través de serpentinas de metal (o tuberías) se lo llevaba hasta una tina de lata grande para que se enfriara. El ambiente frío del lugar ayudaba a que el proceso se hiciera más fácil.
Todo ese proceso duraba aproximadamente cuatro meses, tras lo cual los seguidores de Jesús disfrutaban de una refrescante cerveza.
Esa tradición duró hasta aproximadamente 1977, cuando el grano que se les entregaba a los franciscanos dejó de llegar a sus manos. Lo mismo ocurrió con el impedimento de solicitar limosna, comentó González.
Desde entonces, la cervecería del convento San Francisco poco a poco fue deteriorándose. Los pisos se destruyeron, al igual que el techo, en su mayoría hecho con carrizo y el material de adobe de la época. Lo mismo ocurrió con sus paredes y demás implementos que conformaban este conjunto artesanal.
Héctor Vega Quinteros, arquitecto técnico del plan de gestión del Convento Máximo, señaló que las obras de reparación comenzaron con el cambio de las cubiertas y elementos estructurales que estaban afectados por la humedad, debido al ingreso de agua lluvia y también por la polilla.
“Como fue una intervención integral, también se trabajaron en los equipos de la cervecería”, comentó Vega. La construcción de estos espacios fue exclusivamente para estos fines en aquella época.
Ahora, el lugar fue dividido en tres partes.
Un museo donde funcionó esta pequeña fábrica y donde hay un conjunto de mesas como de bancas de madera para degustar la cerveza que se hará.
Asimismo se encuentra el área en el que se guardaron las máquinas con las que se molía el trigo, se embotellaba la bebida y las herramientas con las que se tapaban las botellas con un corcho.
El museo todavía no tiene prevista una fecha para su apertura. Se están ultimando los detalles para que los turistas puedan conocer los pormenores de esta particular forma de disfrutar de una ‘bielita’.
Datos
El Convento de San Francisco fue construido en 1535 y contiene más de 3.500 obras de arte. Casi la mitad ha sido intervenida para recuperarlas por los daños ocasionadas.