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La comunidad de Quito que cambió el extractivismo por la sostenibilidad ¿Dónde queda?
En Yunguilla apostaron por el turismo comunitario y la producción sostenible hace 30 años. En este lugar ya no se contamina y ofrecen turismo rural
Un pequeño letrero marca el inicio del viaje hacia Yunguilla, una comunidad situada a cuatro kilómetros de la vía Calacalí - La Independencia, por una vía asfaltada y serpenteante, en la parroquia Calacalí, al noroccidente de Quito. De vez en cuando, el tránsito se detiene para dar paso a vacas guiadas por sus dueños: una escena que anuncia la vida tranquila y comunitaria que se vive aquí.
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Yunguilla es hoy la única comunidad en Quito con un modelo de desarrollo sostenible certificado, que ha sido reconocido tanto dentro como fuera del país. Enclavada en la entrada del bosque nublado del Chocó Andino, su historia es una de transformación y conciencia.
Del carbón al turismo comunitario
Hace tres décadas, los 250 habitantes vivían de la ganadería extensiva, el cultivo y la tala de árboles. Pero en 1995, impulsados por la reflexión colectiva y la presión ambiental, 18 familias decidieron cambiar el rumbo y convencieron a las demás de apostar por el turismo rural comunitario como alternativa de sustento.
La Corporación Yunguilla, el nombre jurídico de este proceso colectivo, es ahora una organización legalmente constituida y administrada por 50 familias. Cada dos años, una asamblea general elige al nuevo directorio, reafirmando su compromiso con la participación democrática.
Formación y visión para el futuro
Con el apoyo de la Universidad Andina Simón Bolívar y Quito Turismo, se ha formado una nueva generación de gestores turísticos rurales. Estos jóvenes, como Odalys Sánchez, representan la tercera generación de una comunidad que hoy cuenta con universitarios en turismo, gastronomía y administración.

El 40 % de los ingresos de Yunguilla provienen actualmente del turismo comunitario. El resto proviene de agricultura y ganadería responsable, enfocadas en prácticas orgánicas y sostenibles. Los productos —quesos, mermeladas, helados— se elaboran localmente con frutas silvestres como chigualcán, mora o uvilla.
Convivencia antes que consumo
En Yunguilla no hay cadenas de comida rápida ni centros comerciales. Existe solo un restaurante comunitario y una tienda atendida por turnos. “De lunes a viernes, las señoras se van a almorzar con sus familias, pero el fin de semana atendemos todo el día”, explica una de las dependientes.
La experiencia turística aquí es de convivencia auténtica. Con previa reserva, los visitantes pueden hospedarse en las casas familiares, con habitaciones privadas, baños con agua caliente y alimentación casera.

Trekking, historia y naturaleza viva
Las caminatas guiadas por los antiguos culuncos —senderos precolombinos de los yumbos hacia la costa— conectan a Yunguilla con parroquias vecinas como Nanegal y Pacto. En el trayecto, es posible ver aves exóticas e incluso al oso de anteojos, ícono de la biodiversidad del Chocó Andino.
Además, se han desarrollado rutas para ciclistas como la Pululahua–Yunguilla, recientemente inaugurada. Germán Collaguazo, coordinador de proyectos, describe la experiencia como “una forma de reconectar con la tierra y la historia”.
Un modelo que inspira al mundo
“Yunguilla ha demostrado que se puede vivir bien sin destruir el entorno”, destaca Paola Romero, secretaria de Desarrollo Económico y Productivo del Municipio de Quito. “Este modelo debe mostrarse en ferias internacionales”, sostiene.
Hoy, los visitantes no solo encuentran descanso, sino una comunidad unida, con historia, conciencia ecológica y un profundo sentido de pertenencia. “Somos el sánduche entre el frío de Quito y el calor del Chocó Andino”, bromea Germán.
Yunguilla es más que un destino turístico: es una lección viva de sostenibilidad, equidad y respeto por la tierra. Una comunidad que eligió sembrar futuro en lugar de cortar raíces.
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