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¡El ‘confidente’ de las almas!

Guido Madril es disector de la morgue de la Policía en Quito. Él ha hecho las autopsias a más de ocho mil cadáveres. EXTRA lo acompañó un día.

DISECTOR
Guido Madril, de 38 años, ha laborado durante 15 años en la morgue capitalina.Karina Defas

Diosito, por favor, te pido permiso para abrir estos cadáveres. Ayúdalos a encontrar la paz y el camino para llegar a ti”, suelta Guido Madril, uno de los tres disectores de la morgue de la Policía, en Quito, antes de empezar con su jornada...

Son las 08:30. Viernes gris. Frío. Con 38 años, Madril se alista para entrar a la sala de autopsias. Cinco cuerpos lo esperan sobre planchas de disección. Tres murieron en accidentes de tránsito y dos, por caídas.

Tras el rezo, el sargento alza su cabeza. Y avanza. Usa traje de bioseguridad celeste, gafas, mascarilla para evitar olores, guantes y botas amarillas.

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En una habitación de 30 metros cuadrados recién pintada hay tres mesas de autopsia. Madril mira los cuerpos. Cinco segundos. En las dos primeras planchas se lee ‘801’ y ‘802’. Cayeron de más de 100 metros de altura. Eran obreros y trabajaban juntos.

En la tercera ‘cama de acero’ está el ‘800’. Sus brazos y manos están entumidos. Al parecer, quiso cubrirse de algo en el accidente que sufrió. Igual que el ‘798’ y ‘799’, que ‘esperan’ su turno.

Entre semana, se hacen al menos 12 autopsias. Sábados y domingos, más de 20.

“Cuando llegan los restos, se les coloca un número y referencia del tipo de delito. Puede ser tránsito, penal u otros. Les tomamos las huellas dactilares”, detalla.

Durante 15 años ha sido el ‘confidente’ de más de ocho mil cuerpos. Cada uno encierra un misterio, una historia. Pero no ha vencido al miedo. Esa sensación que le generaba lo desconocido se transformó en respeto, devoción y amor por su trabajo.

“No cualquiera puede hacer esto. Se necesita mucho carácter. Me ‘quiebro’ al ver cuerpos de niños suicidados. Imagino a mis hijos ahí. Le pido a Dios que nunca los ponga en estas mesas de disección”.

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Este año han ingresado 802 cuerpos a Medicina Legal. Según Henry Coral, jefe de la unidad, 528 fueron muertes violentas, causadas por arma de fuego o arma blanca. También hubo caídos y por accidentes viales.

Hay que intervenir. “Empezamos con el ‘802’”, señala Madril. Con su mano derecha toma un bisturí y empieza por la cabeza. Preciso e inmutable, hace un corte de oreja a oreja. Después, levanta la piel de la cara. El cráneo queda expuesto. La sangre gotea sobre la mesa...

“Con una sierra se corta el hueso de la frente y se separan las cavidades. Se buscan lesiones en el cerebro… aquí hubo hemorragia”, explica.

Después de colocar todo en su lugar, faltan dos puntos más por abrir: el tórax y el abdomen. Como quien baja la cremallera de una chompa, así se traza el corte que divide en dos la piel de esta zona. “Revisamos los daños en los órganos internos”. Después de una hora cuenta que el corazón, pulmones e hígado del ‘802’ explotaron producto de la caída.

DISECTOR
Antes de la disección, y como parte del protocolo, se le toman las huellas digitales.Karina Defas

Son las 10:00. Con un hilo de chilla (similar a una piola) y una aguja en forma de ‘s’, remienda lo que cortó. Baña el cuerpo y lo deja intacto para que lo reciban sus familiares. Acabó. Es su trabajo.

Y no es lo más difícil que enfrenta el ‘confidente de almas’. “Hay historias que nunca se olvidan. Hace unos meses vi sobre la mesa a una mujer de 35 años. Pensé que había sido asaltada, porque de frente no se le veía ninguna herida, pero no”.

Al voltearla, halló más de 50 puñaladas en la espalda. Unas heridas eran más profundas y extensas que otras. “Fue madre. La mató su pareja frente a sus cuatro hijos”.

Tras siete horas, termina las cinco autopsias. Y Madril sale. “Ahora viene lo más duro”.

Luego de cambiarse de ropa, llama a los familiares de sus ‘pacientes’. Conversa, brinda consuelo y uno de ellos firma un documento. Se dirige a la puerta de entrega de los cuerpos. Ahí termina su jornada.

Así son todos los días. Este hombre mira a la ‘huesuda’ a través de los ojos de quienes lo ‘visitan’. Seguirá abriendo cuerpos, quizás hasta que ocupe el lugar de uno de ellos… Ojalá no sea pronto, finaliza.