La oscura vida y la muerte de Segundo Carlosama: el asesino de Abigail Supliguicha
El sujeto, quien usaba dos identidades, estaba con prisión preventiva en la cárcel de Turi, en Cuenca. En Quito fue condenado por una agresión sexual

Esta es la imagen conseguida, mejorada y difundida por los universitarios cuencanos, la cual permitió que unos lugareños encontraran y expusieran al individuo.
Segundo Federico Carlosama Espinosa, quien también se hacía llamar Miguel Ángel Fernández, ha sido legalmente calificado como un violador. En 2014 fue sentenciado a doce años de reclusión por una agresión sexual cometida el 24 de diciembre de 2013 en Quito. La víctima fue una joven de 21 años, que anhelaba ser cajera de un supermercado.
Por la supuesta buena conducta que mantuvo en el Centro de Privación de Libertad 1, de Azuay, conocido como cárcel de Turi, el individuo dejó la prisión a finales de 2022, favorecido por los informes del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad (SNAI), ente a cargo del sistema penitenciario ecuatoriano, lo que le permitió acceder a la prelibertad. Solo debía comparecer periódicamente hasta que se cumpla el total de su condena.
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Para atraer a sus víctimas, Carlosama Espinosa se hacía pasar como reclutador y ofrecía puestos de trabajo. A la última persona que engañó con darle una oportunidad laboral como secretaria, en un reconocido centro comercial de Cuenca, fue la universitaria Ruth Abigaíl Supliguicha Carchi, de 18 años.

Ella acudió a la falsa cita de trabajo el 8 de octubre de 2023 y sus familiares y amigos no volvieron a saber de ella hasta la tarde del jueves 16 de noviembre, cuando fue hallada sin vida en medio de un bosque de la comunidad Rayoloma del sector de Zumbahuayco, en la vía Cuenca-Azogues, a 25 kilómetros de la capital azuaya.
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El cuerpo se encontraba en estado de descomposición y por ese motivo, hasta el cierre de esta edición, no había una confirmación oficial de la causa de su muerte, pues sus restos aún se mantenían bajo observación forense.
Comunidad lo descubrió
Por este caso, Segundo Carlosama fue procesado por el delito de desaparición involuntaria, luego de que un grupo de personas de la parroquia Sayausí, en las afueras de Cuenca, lo identificaron y alertaron a los uniformados de la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) del sector.
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Ellos establecieron que se trataba del principal sospechoso del suceso luego de observar en redes sociales las imágenes divulgadas por algunos estudiantes de la Universidad de Cuenca, quienes se habían dado la tarea de investigar el caso y mejorar una grabación captada por una cámara de videovigilancia, en la que aparecían Carlosama y Supliguicha.
El tipo vivía en una casa cercana al sector conocido como la Y, según se detalla en el último expediente abierto en su contra. En este sitio alquilaba una habitación desde hace ocho meses, según precisó la propietaria del inmueble a los policías que acudieron al llamado.
Cuando los agentes llegaron al sitio para aprehender a Carlosama, este intentó escapar, pero fue alcanzado. Además, en el trayecto trató deshacerse de una mochila lanzándola a un terreno baldío, pero algunos lugareños lo vieron y avisaron a los policías, quienes tras realizar una búsqueda hallaron la maleta, que contenía papeles rotos, fotografías y hojas de vida.
En la habitación que alquilaba aún conservaba las prendas de vestir con las que aparece en las imágenes difundidas en redes sociales por los compañeros de Abigaíl.

El último recorrido
Durante las indagaciones del caso se determinó que el día de la desaparición, Abigaíl salió de su casa y caminó sola hacia el parque Calderón (centro histórico), donde se encontró con el individuo, que le ofrecía trabajo desde hace algunos meses, según una versión rendida ante los investigadores por una allegada.
El sujeto, luego identificado como Segundo Carlosama, caminó junto a Abigaíl hasta la terminal terrestre, donde abordaron un bus en dirección a Azogues, provincia de Cañar. No obstante, nunca llegaron a esa localidad. El conductor de la unidad que los transportaba dijo a los agentes que es normal que en el trayecto se suba y baje gente.
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Un detalle que no había salido a la luz y que consta en el proceso al que EXTRA tuvo acceso es que el 11 de noviembre, tres días después de la desaparición de Abigaíl, hubo un reporte de que al teléfono celular de la víctima fue ingresado un chip de telefonía que correspondía a Carlosama. En ese momento saltaron las alertas, porque al conocer el nombre verificaron que se trataba de alguien “que había estado privado de la libertad por un delito sexual”.
Sin embargo, la ciudadanía fue más rápida para lograr su aprehensión. A diferencia de lo ocurrido el 13 de febrero de 2014, cuando el individuo fue detenido por la violación de una joven en Quito. En esa ocasión, los investigadores lograron seguirle el rastro y descubrir su zona de confort para buscar a sus víctimas.
Modo de operar
En el documento de la sentencia por violación se explica que Segundo Carlosama tenía como práctica habitual acercarse a jóvenes mujeres para ofrecerles trabajo. Todo era falso, pues únicamente era algo que formaba parte de su modus operandi para llamar la atención de sus víctimas.
En el caso de la persona que agredió en diciembre de 2013, él se encontró con ella en el norte de la capital, en la estación de la Ecovía que se encuentra en la avenida Río Coca. Desde ahí, con engaños, se las arregló para tomar con su víctima un bus que los llevaría hasta una zona rural alejada de la ciudad, donde supuestamente se encontrarían con la propietaria de un supermercado. Sin embargo, la historia era falsa y llevó a la víctima hasta una zona boscosa del sector Guangopolo, al suroriente capitalino. En el sitio, la agredió sexualmente.
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Durante los avances del caso se conoció que él tenía al menos otras tres denuncias (que no habrían prosperado) y que él llevaba a las perjudicadas a zonas alejadas de la ciudad. En los seguimientos, los agentes observaron que él se desplazaba entre los sectores La Floresta, La Vicentina y la avenida de Los Conquistadores, para ‘reclutar’ a las jóvenes.
En ese caso, los policías encontraron en su inmueble fotografías de rostros femeninos. ¿Fueron también sus víctimas? Algo que además habría dicho, según consta en los documentos del procesado, es que la mujer a quien agredió sexualmente y cuyo caso lo llevó a una sentencia por violación “le cayó bien”, por eso “no tenía en mente estrangularla”.
El capturado apareció sin vida en la prisión de Azuay, un día después de ser recluido en ese lugar.
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