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La desgarradora historia de la mujer que tapa baches en Quinindé

Sus seis hijos son menores de edad y su esposo padece de una grave enfermedad. El día que ella no trabaja, su familia se queda sin dinero

Con lluvia o fuerte sol, con polvo o lodo, Mery Cortez  trabaja porque sabe que sin su sacrificio su familia no lograría tener un bocado de comida.
Con lluvia o fuerte sol, con polvo o lodo, Mery Cortez trabaja porque sabe que sin su sacrificio su familia no lograría tener un bocado de comida.Luis Cheme

La vida de Mery Cortez está marcada por una serie de tragedias. Esta valiente mujer, de 34 años, es oriunda del recinto El Roto de Quinindé, en Esmeraldas, y ha sobrevivido a numerosas y difíciles situaciones que han dejado una profunda huella de dolor en su vida.

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Actualmente tiene 6 hijos, todos menores de edad, y una nieta. Todos están a su cargo y no puede contar con el apoyo económico de su esposo, porque padece diabetes emocional, una enfermedad que le impide trabajar y valerse por sí mismo desde hace dos meses, pero no es lo único: este cuadro ha sumido al hombre en una dura depresión.

Son al menos seis carretas con tierra que carga a diario para tapar los baches.

Y pese a todas las adversidades esta valiente mujer no se ha dejado doblegar. Para conseguir el sustento de su hogar ha emprendido la dura tarea de agarrar una pala, una carretilla y un balde, como las herramientas que le permiten rellenar los huecos que hay en 35 puntos críticos en la vía que conecta al cantón Quinindé con Esmeraldas.

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Ella trabaja duro desde que era una niña. Anhela que sus hijos tengan un mejor futuro.
Ella trabaja duro desde que era una niña. Anhela que sus hijos tengan un mejor futuro.Luis Cheme
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Para ella, las labores que requieren fuerza no son para nada nuevas, puesto que lo hace desde que tenía 9 años. Empezó cargando al hombro racimos de guineos y madera. También ha sido jornalera y ha trabajado con machete en plantaciones de palma africana.

Mery pasa sus tardes en el ingreso de la parroquia Cube, de Quinindé, donde la fuerza de la naturaleza y el descuido de las autoridades han acabado con el asfalto. Ahí lleva dos años realizando esta riesgosa y extenuante actividad, sin que las condiciones climáticas la detengan, pues son superiores sus ganas de salir adelante. “Estoy aquí por mis hijos, porque no quiero que pierdan sus estudios como yo los perdí”, asegura esta mujer luchadora, mientras carga su carreta. Ella no se detiene.

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Una hija de Mery anhela ser veterinaria y su madre le ha prometido hacer realidad su sueño. “Le digo que si Dios me da fuerzas y me tiene con vida, con mi esfuerzo y el de ella llegará hasta donde se proponga”, agrega Mery, al tiempo que extiende una sucia gorra negra para recoger algunas monedas que los conductores dejan a su paso. Y por si no fuera suficiente todo lo que tiene que pasar, el 4 de junio de 2023 Mery perdió su sembrío de maracuyás, habas y fréjoles a causa del desbordamiento del río Caple.

"Solo pude estudiar hasta séptimo grado, porque en mi casa no había dinero para movilizarnos, por lo que me gradué y me tocó ir a trabajar al campo”,Mery

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Sin embargo, esto no es todo en su trágica vida. Su hija menor tiene 9 meses y una grave anemia provocada por la mala alimentación. La hicieron atender en un hospital público y le recetaron unos medicamentos que hasta la fecha puede comprar, por la falta de dinero, porque cuando hay para la comida no hay para lo demás.

“Con lo que saco aquí alcanza para medio comer”, dice Mery, quien en un día bueno recolecta entre 10 y 15 dólares, trabajando al menos diez horas al día. Por eso, cuando ella enferma o se siente mal y no va a trabajar sus hijos no pueden ir a la escuela, porque si no hay trabajo, tampoco hay para el pasaje y la colación.

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El detalle EXTRA
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  • ​Conductores agradecidos. Por la carretera Quinindé-Esmeraldas circulan unos 25.000 vehículos al día, cuyos conductores tienen que hacer malabares para esquivar los baches. Por eso, la mayoría ve con buenos ojos la labor de Mery. Uno de ellos es Iván Castañeda. “Ella está haciendo lo que las autoridades no hacen. Por eso con gusto cada vez que paso por aquí le doy su moneda de un dólar, porque es sacrificado lo que hace”, asegura.
  • También hay turistas que le llevan ropa para sus hijos y a veces raciones de comida, pero Mery necesita más ayuda. Ella pide que al verla no la ignoren y que si tal vez no tienen una moneda que por lo menos le ayuden con una palabra de aliento.

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