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¡Mujeres aterrorizadas por ‘taxistas’ violadores!
Fueron amenazadas con un cuchillo. A Evelyn la obligaron a ir a un motel y a Gloria a una casa en el norte de la ciudad.

Fueron amenazadas con un cuchillo. A Evelyn la obligaron a ir a un motel y a Gloria a una casa en el norte de la ciudad.
Enseguida sintió que los ojos del hombre, de 46 años, se posaron sobre ella de una manera sádica. Le empezó a decir que era bonita y que le gustaba mientras conducía hacia calles poco transitadas.
Ella se paralizó del miedo, solo le pedía a Dios que por favor la librara del daño que podía hacerle ese desconocido. El taxista le mostró un cuchillo que tenía junto a las piernas. “¿Ya viste lo que tengo no?”, le advirtió el tipo.
¿Qué quiere?, le alcanzó a decir la joven. Su respuesta fue contundente: “Solo quiero pasar dos horas contigo”, le respondió el hombre. La obligó a cambiarse al puesto del copiloto. “Haz lo que te digo y no te va a pasar nada”, le repitió varias veces.
Evelyn solo podía ver que en la calle no había nadie que pudiera ayudarla. “¿Qué puedo hacer?, me gustaste”, le dijo en tono morboso y posesivo.
El automotor avanzaba por la avenida Eloy Alfaro y él intentaba tomarla de la mano. Ella lo evitaba, pero se enojaba más y más. Hablaba solo con una actitud de euforia y excitación.
La llevó a un motel
Seguía avanzando por el parque industrial del norte de Quito, dio muchas vueltas, quizá para confundirla más. Entró a un motel con un letrero grande; sin embargo, nadie los recibió. Veía puertas enrollables de color verde, una de ellas estaba abierta e ingresaron. “Antes de entrar bajó el asiento para que me acostara”, cuenta Evelyn. La puerta se cerró.
En medio de la entrevista, la muchacha se detiene, se limpia las lágrimas del rostro. Necesita unos momentos para seguir. Retoma... la hizo subir por unas gradas. “¿Qué fue que no te sacas la ropa?”, le gritó. Ella se negaba, el sueño de su primera vez era otro, totalmente opuesto a lo que estaba viviendo.
Se lanzó sobre ella y la penetró por primera vez, aún con la ropa interior puesta. Evelyn cerró los ojos fuerte con la esperanza de que fuera un mal sueño. Terminó desnudándola. La puso de espaldas y siguió consumando el ultraje. En el lugar había espejos y no quería ver la imagen atroz. Pero cuando los abrió vio cómo sonreía. “Decía obscenidades, disfrutaba con mi sufrimiento”, rememora Evelyn.
Incluso se colocó un preservativo que terminó desechándolo porque aparentemente se rompió. Luego de eso sintió algo mojado en la espalda y por un segundo creyó que todo había terminado.
La llevó a la ducha. Con el cuerpo bajo el agua quiso quedarse eternamente. Su verdugo no dejó de vigilarla. Escuchó cómo el hombre rebuscaba su mochila. Sintió aún más miedo. La sacó de la ducha y le dijo que ya había revisado todo, que sabía todo de ella y de los suyos.
Salieron de la habitación, hacia el auto y él volvió a reclinar el asiento. “Ahí me dijo que si decía algo iba a matar a mi familia y luego a mí”, relata. Nunca dejó de amenazarla con el cuchillo.
“Te voy a estar esperando”
Hizo que le dijera a dónde se dirigía y ella le contestó que a la universidad. El hombre condujo hasta las inmediaciones del centro de estudios y se estacionó en una transversal donde tampoco transitaba gente. La obligó a darle su número telefónico. “A mí no me vas a hacer tonto, dame el número correcto”, le ordenó.
Ella accedió y enseguida le hizo una llamada para comprobarlo. Adolorida caminó hasta la biblioteca y se quedó sentada por cuatro horas. La frase: “Aquí te voy a estar esperando” le retumbaba en la cabeza.
Empezó a recibir llamadas constantes, era él. Evelyn no contestó, pero le envió un mensaje de texto: “Vaya nomás. Lindo día, Fernandito”. La joven lo hizo para que se fuera.
Ese mensaje ahora es su tortura, porque según la madre de Evelyn la defensa del acusado alega que la joven tuvo una relación sentimental con él.
El proceso
Evelyn contó a sus padres lo sucedido al día siguiente y fueron a presentar la denuncia. “Todo ha sido difícil tanto para mi hija como para la familia”, dice la progenitora de la joven.
El 26 de septiembre el agresor fue llevado a prisión preventiva, mientras se realizaban las investigaciones. Después de esto, según la familia, encontraron en el celular del sujeto 112 contactos de mujeres, guardados en clave con adjetivos peyorativos. De esos salió el testimonio de dos mujeres más.
“La Fiscalía llamó a esos números y ahora las muchachas también pudieron denunciarlo”, comenta la madre. A pesar de esta prueba, de los resultados del examen médico legal y las versiones recopiladas, la defensa del taxista logró apelar la medida judicial y salió libre. “Sigue conduciendo un taxi en la misma cooperativa”, reveló la progenitora.
En las investigaciones se determinó que el vehículo fue al motel 46 veces desde enero hasta julio del 2018. El motivo de la última suspensión judicial, según le dijeron a la familia, es que el caso ya no se tratará dentro de un juzgado especializado en género, sino uno ordinario. “Ahora nos toca esperar otro sorteo para la audiencia”.
Esta familia está dentro del programa de protección a testigos, ya que han sido amedrentados por la defensa del hombre y sus parientes. “Incluso el juez sacó una navaja cuando salió libre y me dijo que todos pueden tener un arma para defenderse”, cuenta Evelyn.
Gloria fue violada delante de su hijo
La mujer, de 23 años, tomó un taxi a las 14:30 del martes 22 de enero en La Ofelia, norte de Quito. Estaba con su hijo de cuatro años e iba a hacer algunas diligencias.
Según Ángela, una familiar de Gloria (nombre protegido) al subir al taxi vio que aparte del chofer había otro hombre más, pero no pudo escapar. La amedrentaron con un cuchillo, el pequeño corría peligro. Se dieron varias vueltas y se detuvieron a comprar cerveza, la obligaron a tomarla y enseguida se sintió mareada. La llevaron a una casa por el mismo sector, ella intentó ir al baño con el pretexto de orinar y alcanzó a contactar a su familia por mensajes, pero los hombres irrumpieron.
No tiene las imágenes claras, aparentemente la drogaron. “Solo recuerda que fue en el piso”, dice Ángela.
Su hijo estaba ahí, lo vio todo, a pesar de que los dos hombres habrían intentado distraerlo con un chupete. Luego de un buen rato Gloria se levantó y adujo que quería vomitar para que le abrieran la puerta y entonces corrió con su retoño.
“Se metió debajo de un auto para que no la encuentren”, relata Ángela, quien acompaña a la joven en las diligencias judiciales. Allí llamó a un amigo para que la rescatara. El joven llegó por ella enseguida.
Una confusión
En las primeras averiguaciones la mujer fue encontrada en una casa en Carcelén, pero fue llevada allí por su amigo. “No la llevó a una UPC porque estaba tomado”, sostuvo la pariente.
Para ese momento la policía rastreaba a la mujer y llegó al lugar. La confusión se agrandó porque Gloria sufrió convulsiones y perdió el conocimiento. Los gendarmes se llevaron preso al joven como sospechoso.
Ante esto, “la violación sucedió en La Ofelia, no en Carcelén”, refiere Ángela.
Los trámites de la denuncia se extendieron porque tenía que pasar por los exámenes médicos legales y la enviaron a la maternidad para más pruebas. “No ha dormido nada, está todavía muy afectada”, añade Ángela.
Lastimosamente el pequeño recuerda claramente la agresión a su madre. “Detalla todo lo que le hicieron”, comenta. Ahora esperan que encuentren a los verdaderos implicados.
Ayuda jurídica y psicológica
Más de 20 mil personas acudieron a dos marchas en contra de la violencia hacia las mujeres en Quito, los días 20 y 21 de enero. Allí, Cris Almeida, representante del colectivo Nina Warmi, afirmó que el objetivo de la convocatoria fue visibilizar la violencia sistemática que sufren las mujeres en el país.
“La crueldad de las agresiones es indignante, es una realidad que no queremos vivir”, comentó. Su colectivo se ha acercado a Gloria para brindarle sostenimiento jurídico y psicológico. “Vamos haciendo más conciencia, dejamos la comodidad para ser parte de una lucha de todas”, refirió.
Además, apeló a la capacitación de los funcionarios para tratar estos casos son sensibilidad y eficacia. “Necesitamos que impartan justicia verdadera”, expuso.
En este sentido dijo que las mujeres son revictimizadas en el sistema judicial, así como por la sociedad que culpabiliza a la víctima.