La ‘novela’ en Twitter entre el burgomaestre de Guayaquil, Aquiles Álvarez, y la exalcaldesa Cynthia Viteri, ha dado chance a comentarios que, al final, coinciden en un solo punto: Guayaquil requiere de compromisos y no de ‘pitos’ en redes.

En vista del debate que se armó tras los señalamientos de ambos, en los que cada uno defendió su ‘camello’ y criticó la del otro; EXTRA conversó con consultores políticos sobre la situación y lo que esto causaría a la urbe.

Para la abogada Andrea Ramírez ese cruce de palabras crea desconfianza y los problemas del Puerto Principal necesitan de acciones y no discusiones. “Si hubo algo que no se cumplió (en la anterior administración), hay que verificarlo. El alcalde hoy debe tener otras preocupaciones, como por ejemplo preparar a la ciudad para el fenómeno de El Niño. En redes lo que debería postear son las acciones para mitigar los efectos”, argumenta.

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El consultor político Camilo Severino coincide con la jurista. Para él, el primer edil debe ser quien “ordene la casa y le devuelva la identidad al Municipio, porque la perdió”. Álvarez debe acercarse a la gente y Twitter puede ser ese espacio, pero debe saber cómo hacerlo.

Con respecto a Viteri, Severino cree que su actuar responde al hecho de que sea una tentación estar aún vigente. A su juicio, estas discusiones los distancian del pueblo y los exhorta a no ser los protagonistas de estos líos. “El mal es para Guayaquil”, sentencia.

Para Gelacio Mora, líder del colectivo ciudadano Tejido Social de Guayaquil, el trabajo del Cabildo debe estar ligado a “la transparencia, no a las redes sociales”. “Si conocemos que hay un acto delictuoso, que las autoridades investiguen e impongan control, pero hay que hacerlo bien. Así se aclara todo lo que se dice de la administración anterior. Se debe obrar poniendo la denuncia con puño y letra”, alerta.

Para Mora es evidente la falta de trabajo que hubo por parte de Viteri y del Concejo Cantonal anterior y hace un llamado para que se auditen las obras y contratos.

El 7 de junio, la pelea paró. Ya nadie dijo que “Guayaquil está patas arriba”, como lo hizo Álvarez; ni tampoco, como fue el caso de Viteri, nadie atribuyó las demoras a la entrega de obras al “repugnante sistema político” al que, dijo, se enfrentó en su gestión.   

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