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El servicio sexual dentro de los cabarés continúa como si nada lo amenazara.Archivo

Extorsión en Quito: La situación actual de cabarets tras ataque con granada

EXTRA recorrió los night clubes para conocer el ambiente que se vive luego de un atentado armado en el norte de Quito. Le contamos cómo está todo

Las pisadas de unas caderonas hacen temblar los ojos de los clientes, quienes las ven pasar y las ‘escanean’ con la mirada de pies a cabeza. Otras, dueñas de unas ‘yucotas’ tatuadas, se pasean entre las mesas, esperando que a alguien se le antoje su ‘cariñosa’ compañía. Adentro de ese night club nadie suda por temor, sino por placer y diversión.

Pero para que los usuarios (y también las chicas) estén así de tranquilos, este centro de diversión para adultos tuvo que vivir un susto: un ataque armado ocurrido pasadas las 21:00 del 19 de junio, en el que siete personas resultaron heridas luego de que dos hombres a bordo de una motocicleta arrojaron una granada en los exteriores del local, ubicado en la calle Logroño, norte de Quito.

Según las primeras indagaciones, el atentado habría sido producto de una posible extorsión, aunque después de casi un mes, el delito aún no ha sido comprobado.

Por eso, para que la diversión de los clientes y el negocio no sufrieran de ‘impotencia’ por el miedo a posibles amenazas, dos ‘robocops’, vestidos con botas, guantes, cascos y pasamontañas, armados con fusiles o armas similares, vigilan los extremos del ingreso.

Adentro, a pocos pasos de la entrada principal, el ambiente es más riguroso. Un arco detector de metales es paso obligatorio para quienes desean disfrutar de los placeres del night club, tras pagar 27 dólares en efectivo por la entrada.

Como si fuera un aeropuerto, los visitantes deben dejar todos los objetos metálicos en bandejas plásticas. Estas medidas buscan garantizar la seguridad tanto de los clientes como de las sexoservidoras.

La llegada de clientes a los cabarets de Quito

El cabaré atacado con una granada ahora es custodiado por guardias bien armados.Captura de video

Un trabajador de otro chongo, bajo reserva, le comentó a EXTRA que los controles sí se han incrementado en todos los negocios de esta clase, tras lo ocurrido con el club nocturno atacado. Aunque no todos aplican el mismo nivel de rigor, se ha reforzado la presencia de seguridad privada. “Yo trabajo en tres (chongos) y se ha visto que se reforzó todo. Las chicas lo que piden es que se les brinde seguridad para poder trabajar”.

Y revela algo que casi nadie en este negocio se atreve a decir: los lugares donde él presta sus servicios están ‘vacunados’, algo que, aunque suene contradictorio, les da cierta tranquilidad, ya que no son víctimas de atentados que puedan espantar a sus clientes.

Aun así, en algunos casos, dice que los usuarios siguen llegando. “De un 100 por ciento que iba antes de estos casos violentos, el número de usuarios alcanza ahora entre el 85 y 90 por ciento”, calcula. Es decir, el placer se impone al miedo.

El ambiente chonguero se enciende en Quito, generalmente, pasadas las 21:00. Así lo anticipa el guardia de otro de estos centros nocturnos, ubicado en el sector de La Carolina, norte de la capital, donde el trabajo sexual no se detiene.

Este celador afable, vestido de negro y con radio en el cinto, garantiza que adentro todo es seguro. Su afirmación surge a propósito del ataque armado ocurrido en otro night club.

“Para ojos de la autoridad, el local trabaja hasta la madrugada, pero puertas adentro nos podemos amanecer”, bromea con una risa sardónica. Sin embargo, un operativo policial cerca de su negocio revela que no todo marcha tan bien como él afirma. Un grupo de agentes controla a los conductores de motos y carros que circulan por la zona.

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Jorge Masache, subteniente de Policía y jefe del operativo, señala que la presencia policial es disuasiva, para prevenir delitos. “En este sector hay diversos centros de tolerancia a los que presumiblemente se está cobrando ‘vacunas’”, menciona el oficial. Esa también es la razón para movilizar al personal, pues ya se han reportado disparos, aunque no se ha precisado si están relacionados con las extorsiones.

Masache indica que los dueños de los chongos han denunciado casos de ‘vacunas’. “Sí han colaborado con la Policía y han contado cómo llegan estas personas (extorsionadores), quienes generalmente se movilizan en motos”.

El comienzo de la extorsión contra los cabarets de Quito

Los miembros de Los Lobos dejaban estos papeles cuando empezaron a extorsionar.Archivo

Pero la calma no siempre está garantizada. El 8 de julio se produjo un incidente en un cabaré de Palugo, en el distrito Tumbaco, oriente de Quito. Aquel día, Ronny Rivadeneira fue detenido junto a otros tres sujetos que supuestamente amenazaban a los clientes.

Según el parte policial, los agentes acudieron al sitio tras la alerta de que un hombre intimidaba a la clientela con machete. Cuando llegaron, militares ya habían controlado la situación y entregaron a los sospechosos. Rivadeneira se identificó como miembro de Los Lobos. En su poder se halló una pistola traumática, por lo cual recibió prisión preventiva.

El nombre de este grupo ha estado vinculado a extorsiones en negocios como los chongos. La presencia de Los Lobos cobró fuerza desde la pandemia, con un caso ocurrido el 27 de diciembre de 2021 en el norte de Quito. Ese día, sujetos armados dispararon contra cabarés en la calle Avellaneda, cerca del parque de los Recuerdos, para iniciar con el cobro de ‘vacunas’.

Previamente, habían dejado papeles con la leyenda: “Buenas, de parte de la familia de Los Lobos. Por favor comunicarse al siguiente número...”. Como no hubo respuesta, regresaron con armas. Dos años después, su poder se reafirmó cuando asesinaron a cuatro personas dentro de un chongo del sector. Llegaron con fusiles y explosivos. Desde entonces, no se conocen avances ni investigaciones formales sobre ese hecho.

El ambiente dentro de un cabaret en Quito

Los chongos de Quito funcionan en un ambiente de relativa calma.Archivo

Son las 23:30. En el sur, el panorama es diferente y más ‘tradicional’ en cuanto a seguridad. En un chongo, el cliente debe entregar su cédula de identidad y aguantar un cateo rápido para detectar si lleva armas antes de dejarlo pasar hasta donde se cancelan $4 de la entrada. Tiene derecho a una biela grande (no de litro).

El show de una corpulenta sexoservidora atrae la atención de los fogosos clientes, que la miran hipnotizados. La voz ronca del animador complementa el ambiente cargado de música, humo de cigarrillo y el paseo de las chicas en casi nada de ropa.

Las chicas están ‘todo bien’ cuando coquetean para ‘pescar’ clientes, pero la desconfianza surge si les preguntan por algo que no tiene que ver con el ‘cuerpeo’: con una mueca ‘asesinan’ la sonrisa y se van a buscar otro cliente.

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Afuera hay muertes violentas y extorsiones. Adentro, en medio de los voluptuosos cuerpos de las trabajadoras sexuales, no hay tensiones. Los usuarios miran con deseo el show de una afro que se desnuda con cada melodía que le impone el disc jockey (DJ).

“Lindo. Gracias mi Ecuador amazónico, desde siempre y hasta siempre. ¡Viva la patria!”, grita el animador, cerrando ese ‘striptease’ que, pese a las amenazas criminales, deberá continuar. Porque el negocio del placer, así como la vida misma, no se detiene.

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