“Señor presidente, nos estamos muriendo, ayúdennos. Las personas de diálisis se están muriendo”. Ese fue el clamor que se escuchó la tarde del miércoles 17 de septiembre frente al Hospital Docente Ambato, donde pacientes renales y sus familias realizaron su segunda protesta para exigir insumos médicos.

Entre humo de llantas encendidas y pancartas, Gabriela López gritaba: “Nos ven que estamos muriendo y no hacen nada, somos vida, somos seres humanos”. Susana Ramírez añadió que solo quienes tienen un familiar en diálisis saben “lo que en verdad se padece” cuando se interrumpe el tratamiento.

Una vida perdida frente al hospital

La manifestación se tornó trágica cuando un hombre, también paciente de diálisis, se desplomó frente al hospital en plena protesta. Testigos relataron que sufrió un infarto y de inmediato fue ingresado por el área de emergencias del Hospital Docente Ambato, pero los médicos no lograron salvarle la vida.

“Nos duele tanto porque era nuestro compañero de diálisis, lo vimos caer aquí mismo”, expresó Olga Jurado, con lágrimas. Otro manifestante recordó que un día antes ya había fallecido otro paciente renal, lo que aumentó la angustia de todos.

El hospital emitió un comunicado indicando que el paciente falleció a causa de un infarto y no por falta de tratamiento, asegurando que había recibido hemodiálisis.

No obstante, la médica Maryurie Lalaleo explicó que la suspensión o el retraso en el acceso a la diálisis puede tener consecuencias fatales. “Cuando un paciente renal no recibe a tiempo su terapia, el cuerpo acumula líquidos y toxinas. Esto produce arritmias, edema pulmonar, insuficiencia cardíaca y falla multiorgánica. La diálisis no es un lujo, es una terapia vital”, remarcó.

Reclamos por promesas incumplidas

Los manifestantes afirmaron que los directivos del hospital les prometieron soluciones, pero no se han entregado los insumos. “Nos llamaron a una reunión, nos dijeron que iban a dar respuesta, pero cada día nos mienten”, denunciaron a través de megáfonos.

Quienes acuden a las protestas aseguran que no pueden acudir a clínicas privadas, donde una sesión de hemodiálisis cuesta hasta 180 dólares. En algunos casos, los pacientes requieren entre tres y cuatro sesiones semanales, mientras que la diálisis peritoneal debe hacerse todos los días.

“Queremos vivir. Necesitamos insumos”, insistió Kelly Vaca, paciente renal que participó en la protesta. El dolor por la pérdida del compañero fallecido convirtió la concentración en un grito desesperado para que las autoridades actúen con urgencia y no haya más muertes evitables.

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