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La fe vence el miedo: Así fue la predicación en un peligroso sector de Guayaquil
Un grupo de evangélicos llevó el mensaje de Dios a una cooperativa del noroeste. “Aquí se ora incluso en todo momento", dijo un pastor
El transporte aún no llega hasta el mercado de la Casuarina, el punto de encuentro, y el grupo de más de 10 personas, liderado por el pastor Jimmy Ramírez, ya comienza a desesperarse. Están apurados porque se trata de una misión importante para “salvar almas para Cristo”, como cuenta el pastor, en una de las zonas más ‘calientes’ del noroeste de Guayaquil.
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Sábado 21 de junio, 16:45. A pesar del sismo de magnitud 5.5 (con epicentro a 17 kilómetros de Naranjal) que asustó a muchos ciudadanos, el grupo decidió seguir con el plan. “El Señor nos ayuda”, dice Ramírez, mientras se abanican con las manos por el calor y se apoyan en las paredes para aguantar la espera. Pero el expreso nunca llega.
Tienen previsto estar poco después de las 16:50 en la cancha de tierra de la cooperativa Reinaldo Quiñónez, donde instalarán los últimos equipos para el culto de la Cruzada de Naciones, un evento evangelístico organizado por el grupo internacional Corrientes de Sanidad. Pero como ‘pinta’ la situación, llegarán tarde y el acto, programado para las 17:00, se retrasará.
El pastor decide resolver como puede: manda a algunos en bus y a otros, más arriesgados, los hace subir al balde de una camioneta que los deja en la entrada de la Reinaldo. Desde ahí, todavía restan 1,4 kilómetros para llegar al sitio del evento.
La llegada al peligroso sector: ¿Hubo algún incidente en el camino?
Entre baches, calles de tierra y las miradas curiosas de los vecinos, el grupo avanza hasta llegar finalmente al lugar. Ahí los esperan 200 sillas instaladas, una tarima, micrófonos, instrumentos musicales y un aparato electrónico con todos los ‘juguetes’ para dar sonido a este acto, el primero de su tipo en este conflictivo sector de la ciudad.

“Tal vez por eso nunca llegó el expreso. Lo habíamos contratado para que vayan cómodos los hermanos, pero quizás se dejó llenar de miedo por lo que se comenta entre la gente”, reflexiona el pastor.
Su tensión baja cuando ve al pastor Galo Jiménez, líder de la iglesia Orenpaz, ubicada a menos de 50 metros del evento, ya listo para iniciar. “Todo es para el Señor. Él será quien nos guíe durante este tiempo”, dice uno de los hermanos, en la primera intervención por altavoz, cerca de las 17:30, poco antes de que caiga el sol.
Así inició el evento en la cooperativa Reinaldo Quiñónez, en Guayaquil
Jiménez y su esposa suben a la tarima e inician el evento. Durante la oración, recuerdan que están respaldados por el Señor y que es Él quien les da la fortaleza. A pesar de estar en una zona tomada por bandas delictivas, los asistentes muestran tranquilidad. “Todo esto es obra de Dios, no hay más explicación”, dice uno de ellos.
Luego comienzan los cánticos. Tres jóvenes mujeres suben a la tarima y cantan con energía. Los asistentes alzan sus brazos en reverencia al Ser Supremo. En menos de 20 minutos, las 200 sillas ya están ocupadas. Familias enteras llegan a pie para unirse al culto, con la esperanza de que Dios “tome el lugar”, como lo dijo la esposa de Jiménez.
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Aunque es un sector empobrecido y marcado por las desigualdades, la iglesia de la Reinaldo Quiñónez, conformada por unos 40 o 50 miembros, ha logrado crecer durante los últimos 15 años, según dicen, “por la gracia de Dios”.
Cerca de allí, un grupo de hombres bebe cerveza, juega billar y escucha música a alto volumen en una cabaña, mientras en la cancha se alaba a Dios. “Nosotros estamos seguros de que es Él quien hace la obra. No hay que desesperarse, sino cumplir con la tarea que nos dejó”, asegura el pastor Ángel Matamba, líder de otra congregación cercana.
“Aunque este espacio está lleno de conflictos, nuestra fe es abundante”, afirma Jiménez. “Aquí se ora incluso cuando zumban las balas. Clamamos al Señor para que todo se calme, pero seguimos firmes y cuidados por Él”.
El evento finaliza con la intervención telemática de un predicador nigeriano, quien no pudo llegar debido a retrasos con su visa ecuatoriana. Para los hermanos, fue una noche de victoria. Predicaron sin temor en una de las zonas más violentas de Guayaquil, convencidos de que su misión va más allá del miedo.
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