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Fernando Villavicencio: Adiós al toreador de Alausí

Aparte de ser un luchador en contra de la corrupción, al candidato le gustaba ir a las fiestas taurinas y tomarse fotos con sus simpatizantes

Fernando Villavicencio - atentado - Ecuador
Simpatizantes del candidato le hicieron un homenaje póstumo en el Centro de Exposiciones Quito.Karina Defas

Los recuerdos de los amigos de Fernando Villavicencio, quienes compartieron de cerca con él, lo mantendrán vivo.

Así lo aseguran dos ‘panas’ que pasaron parte de su diario vivir con el candidato a la presidencia que fue asesinado la tarde del 9 de agosto a manos de tres sicarios.

Raúl Vayas lo conoció hace más de 30 años en las fiestas de toros de Alausí, provincia de Chimborazo. El hombre recuerda que el presidenciable era muy arriesgado y solía meterse al ruedo para torear a los animales. “Muchas veces se escapó de las cornadas”.

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Vayas también indicó que a Villavicencio le gustaba jugar vóley en el barrio. No solía apostar. Le gustaba disputar un partido por deporte.

Más tarde, ambos se hicieron líderes comunitarios y ayudaban a las poblaciones más necesitadas de Chimborazo. “Era un campesino que ayudaba a su gente campesina”.

Vayas viajó desde Tungurahua a la capital para despedirse de su amigo durante el funeral que se realizó en un cementerio del norte de la ciudad.

En el sepelio también estuvo Alejandra Tapia, parte del equipo de comunicación durante la campaña de Villavicencio. La mujer recuerda que el candidato era muy atento con sus simpatizantes.

Fernando Villavicencio - atentado - Ecuador
Algunos simpatizantes llevaron fotos al sepelio.cortesía

Según ella, no le importaba bajarse del vehículo blindado para saludar a los simpatizantes. Cuando alguien quería una foto, él mismo se acercaba a sus coidearios y les decía: “El honor es mío. Yo quiero un recuerdo con ustedes”.

Allegados del candidato fueron con banderas y carteles al cementerio donde fue enterrado para exigir justicia por el crimen.

Tapia asegura que el presidenciable era una persona sencilla y humilde que no rechazaba los regalos y platos de comida que le daban en los pueblitos. “Yo tenía que andar siempre con agüita de manzanilla y enterogermina para que no le hiciera daño ningún plato”, recuerda entre risas.

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