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En Colombia, el secuestro de periodistas se ha dado durante coberturas en selvas, montañas o enfrentamientos.Archivo.

Sobrevivieron al cautiverio de la guerrilla

En los últimos 12 años, 33 periodistas han sido secuestrados en Colombia. En Ecuador, la pesadilla empezó de la forma más atroz con el asesinato de un equipo de El Comercio. Dos comunicadores narran sus experiencias a EXTRA.

La humedad y oscuridad contrastada con la belleza faunística no descubierta de la zona selvática de los Farallones, en Cali, Colombia, aún permanece en la memoria de Isabella Vernaza.

Admirar nuevas especies de orquídeas, insectos y buscar el humor ante la situación, hizo que pudiera sobrellevar los seis meses que pasó en cautiverio a manos del Ejército de Liberación Nacional (ELN), considerada la última guerrilla activa en Colombia con unos 1.500 combatientes en la actualidad.

Ella fue secuestrada el domingo 30 de mayo de 1999, cuando acudió a misa con su esposo y sus dos hijos.

Los guerrilleros ingresaron con artillería pesada, los sacaron en pleno evangelio y los subieron a camiones. Desde el primer instante que cruzó la puerta se separó de su pareja y uno de sus hijos. Siete mujeres y tres hombres se convirtieron en su familia temporal, con quienes compartió un espacio de 3 metros cuadrados de plástico y madera, en la selva.

Para la exgerenta general del noticiero 90 Minutos, de una productora independiente, una charla con la Cruz Roja Internacional una semana antes del incidente ayudó a mantenerla tranquila.

“Jamás uno espera que te secuestren. En ese tiempo, la Cruz Roja nos capacitó sobre qué hacer ante una situación así, eso me ayudó muchísimo porque sabía que ellos (la guerrilla) iban a respetar la vida, así que sabía que no me iba a pasar nada”, expresó convencida con la misma tenacidad que repitió esa frase cada día de su plagio.

Sin embargo, las muertes del fotógrafo Paúl Rivas, el periodista Javier Ortega y el conductor Efraín Segarra, de diario El Comercio de Quito, a manos del grupo disidente de las FARC, Frente Oliver Sinisterra, liderado por Walter ‘Guacho’ Arizala, la dejaron impactada ante un escenario que ni ella con su experiencia puede descifrar.

Isabella considera que Ecuador y los reporteros no están preparados para enfrentar este tipo de situaciones y coberturas que demandan una precaución extrema. “En ese tiempo, la guerrilla tenía acuerdos de respetar la vida. Acá por lo visto no. No les dieron tiempo a nada, los secuestraron y mataron”, apuntó.

La también socióloga valoró su cautiverio. No hubo encadenamientos, maltratos, abusos o violaciones. Un guerrillero era el encargado de prepararles la comida a base de café y arepas en el desayuno, y arroz con algún grano para el almuerzo y merienda.

Una vez al mes, los encargados del campamento los hacían mudarse a otro. Las caminatas podían durar hasta de diez días y les tocaba dormir donde les agarrara la noche, al pie de ríos.

Para aplacar ese frío, Isabella se sacaba las medias que protegían sus pies de las botas de caucho y las colgaba en su cuello como bufandas.

El espesor y humedad de la selva impedían que pudiera lavar su ropa, ya que eran pocas las veces que recibía rayos solares. Tan solo la ropa interior era lo único que lavaban y para secarla se la colocaban como collar.

Bajo perfil

Si el ELN supo que ella era la gerenta de un noticiero, es algo que aún ronda en la mente de Isabella. Considera que en este tipo de situaciones es importante que los insurgentes no sepan quiénes son los secuestrados.

Para ella, demostrar al mundo quién es la persona cautiva “es seguirle el juego a los secuestradores”. Admitió que sus compañeros de trabajo y familia decidieron mantener el anonimato. Las negociaciones para la liberación de las 160 personas fueron directas, entre el ELN y cada una de las familias. Isabella aún desconoce el monto que pagó la suya para que pueda volver a pisar su hogar y abrazar a sus hijos.

En la mira de un fusil

Un fusil fijo sobre su cabeza mantenía a Álvaro Miguel Mina, periodista radial de Radio Cadena Nacional (RCN), ‘a raya’.

Era 1995 cuando él fue secuestrado junto a dos periodistas más y un alcalde, en el sector de Corinto, en el departamento del Cauca, por el grupo guerrillero disidente del M-19.

Álvaro sabía que no podía escapar. Bastaba sentir el arma encima para mantenerse quieto, no hablarle a los guerrilleros y tratar de despejar las ideas abrumadoras sobre la muerte y la posibilidad de no ver nunca más a su familia.

“Ellos (los guerrilleros) no te hablan. Solo te observan. No se ríen ni te amenazan. Basta saber con que te están apuntando para que entiendas que estás bajo sus órdenes”, subrayó como advertencia.

Al igual que Isabella, él no pasó encadenado. Tampoco tuvo que cocinar y no pasó hambre. La experiencia con el M-19 fue nueva, aunque admitió que no fue su primer secuestro.

En la década del 80 experimentó lo mismo cuando fue a cubrir el asesinato de un grupo de campesinos en la zona montañosa de Jumbo. En ese entonces fue interceptado por otro grupo de rebeldes. Esa experiencia duró algunas horas y estuvieron a merced de enfrentamientos entre disidencias.

-¿Fue secuestrado antes y aún así siguió cubriendo conflictos?

-Es parte del oficio. Cuando trabajas en periodismo sabes los riesgos que corres y acá en Colombia el secuestro es uno más. En cualquier sitio te puede pasar no solo eso. Siempre hay que estar preparados.

Otras de las dificultades con las que deben vivir los reporteros en el vecino país son las amenazas o el exilio.

Álvaro rememoró como un fotógrafo tuvo que irse de Colombia luego de captar a guerrilleros del ELN por error, durante la cobertura de un secuestro en un campamento.

“A él no lo querían dejar ir. Lo tuvieron un par de horas, volvió a casa y casi que por las mismas se fue del país. Hasta hoy, sigue sin regresar”.

La liberación de Álvaro fue negociada directamente entre el grupo y el Gobierno. El presidente Ernesto Samper y el Ministro del Interior acercaron los diálogos con los guerrilleros hasta que llegaron a un acuerdo y lo soltaron.

En cuanto al secuestro de los periodistas ecuatorianos, Álvaro considera que la situación “ha cambiado demasiado y que ahora existe una violencia, falta de ideología entre los guerrilleros”.

Esto podría explicar el asesinato de los reporteros. “El fallecimiento de ellos, que lamentamos, es a lo que siempre hemos estado expuestos acá desde hace más de 40 años”, expresó.

Para Álvaro, en situaciones de conflictos armados “no hay remedio que valga”. Lo único que se debe tener es cuidado. Cualquier persona podría ser víctima, como Óscar Villacís y Katty Velasco, las dos últimas personas cuyas vidas están en manos de Guacho.