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¡Un homenaje sin justicia!

Escalinata y calle del sur de Quito se llamarán Édison Cosíos. El estudiante del Colegio Mejía murió por el impacto de una bomba lacrimógena.

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La calle con el nombre del chico queda a tres cuadras de su casa en La Argelia, sur de Quito.KARINA DEFAS

Son 37 gradas y varias cuadras de adoquinado las que ahora llevan el nombre de Édison Cosíos. Su madre Vilma Pineda las recorre con la nostalgia y el dolor latentes. Aunque el homenaje la ha alegrado un poco.

El Concejo Metropolitano de Quito aprobó, en sesión ordinaria del martes pasado, la resolución de que la calle Macuchi, del barrio Mirador de La Argelia, en el sur, cambiara de denominación. Está ubicada a tres cuadras de la casa donde Édison vivió 24 años.

“Fue iniciativa del Municipio, pero nos pareció bien que Édison quedara inmortalizado en el barrio que lo vio crecer”, dice Vilma.

En la vivienda todos los días se prende una vela en un altar con las fotos y los recuerdos del muchacho. Los últimos siete años de su vida los pasó postrado en una camilla después de que una bomba lacrimógena lo impactara en la cabeza el 15 de septiembre de 2011, en una protesta estudiantil. Todo ocurrió en el Instituto Nacional Mejía, en donde estudiaba.

“Le dispararon a quemarropa, no fue mala suerte o una coincidencia”, agrega la mujer aún con indignación. Perdió el 65 % del cerebro. Necesitaba cuidados las 24 horas del día. A pesar de eso, según la progenitora, él entendía todo lo que le decían. Respondía con gestos o le daba besos. Hasta que su cuerpo no resistió más y el 16 de abril de 2019 falleció.

“El Ministerio de Educación le otorgó el Bachillerato post mortem. Mi hijo no logró terminar sus estudios”, explica.

En un mostrador de la sala de los Cosíos Pineda se guarda con celo la capa y la museta con que graduaron simbólicamente a Édison en la promoción del 2019. Sus peluches, su uniforme, sus medallas...

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En la vivienda hay un altar con los recuerdos de Édison.KARINA DEFAS

Las secuelas

A pesar de que Vilma está segura de que el último de sus tres hijos ya no sufre, lo extraña. “Al menos estaba aquí con nosotros. La casa está vacía no solo físicamente”, dice.

Luego de su muerte ha intentado retomar sus actividades, buscar un nuevo trabajo, pero no se pudo. Debido al constante esfuerzo de cargar y mover el cuerpo del muchacho le diagnosticaron cuatro hernias discales. “Básicamente quedé con discapacidad, lo que no me permite trabajar. Ahora paso aquí, sola”, relata.

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Hay pendientes

El homenaje tardó aproximadamente un año, según Vilma. Pues primero se evaluó renombrar a un parque cercano a su colegio en su honor.

Finalmente, el Municipio decidió que sea un lugar próximo a la familia donde se plasme su nombre. “Ha quedado un precedente, pero no hemos recibido justicia”, dice Vilma.

El policía responsable del estado vegetativo en que quedó su hijo solo cumplió dos de los cinco años de sentencia.

En 2018 la familia presentó una demanda en contra del Estado ecuatoriano, pues según Vilma “Esperamos justicia, esto no ha terminado. Queremos que el caso de Édison se declare como crimen de Estado”, concluye la madre.

Por ahora queda la calle con su nombre. De los 100.000 dólares de indemnización que debieron darle no ha llegado ni un centavo.