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Diario Extra Ecuador

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¡A empezar desde cero!

Venezolanos hacen empanadas en cocina ajena. Existe preocupación por asentamiento en el intercambiador de Carcelén.

Unos cocinan y otros salen a las calles a venderlas, este emprendimiento busca que la calidad de vida de estos cuatro muchachos mejore y puedan enviar dinero a sus familiares en Venezuela.

Unos cocinan y otros salen a las calles a venderlas, este emprendimiento busca que la calidad de vida de estos cuatro muchachos mejore y puedan enviar dinero a sus familiares en Venezuela.Gustavo Guamán / EXTRA

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La jornada empieza a las seis de la mañana. Cuatro jóvenes salen de su departamento en El Panecillo, en el centro de Quito, y van hasta el hogar de Ricardo Camacho para preparar más de cien empanadas de pollo y carne mechadas, porque todavía no tienen cocina propia.

Jonathan Casado arribó a Quito con su cuñado Gustavo Olivera, hicieron varias escalas en Colombia hasta arribar a la capital hace dos semanas. Llegaron a un albergue cercano a la terminal de Carcelén, donde conocieron a Jackson Suárez y Henry Delgado, luego fueron al San Juan de Dios, en El Tejar.

Allí les regalaron una caja de chocolates, salieron a venderlos y recogieron un poco de capital para emprender su negocio. “La vida en el albergue es súper buena, tienes una cama, agua caliente, comida. Estamos muy agradecidos”, dice Jonathan.

Casado es el encargado de hacer las empanadas. “Siempre me gustó la cocina, mi madre me enseñó a hacer postres”, relata sonriendo.

Este conocimiento que no es al que se dedicaba en su país, ahora es la esperanza de emerger de la crisis económica y humanitaria de la que miles huyen.

Entre ellos calculan los kilos de harina, las carnes y las especias. Jackson, un poco más tímido, ayuda con la producción, bajo la coordinación de Jonathan, así se turnan para salir a las calles a vender hasta que llega la hora de cocinar más.

Las empanadas de la discordia El negocio empezó hace pocos días, en algunos lugares han tenido buena acogida y en otros no tanto.

Ellos llegaron a la intersección de las calles Isabel La Católica y Veintimilla, en el norte de Quito, pero los comerciantes de la zona mostraron su molestia. “Nosotros hemos luchado por más de 20 años aquí y ellos vienen a quitarnos la venta”, dice Marta Alba.

Ella y sus familiares tienen un kiosko de golosinas y aducen que si el peatón compra una empanada, ella pierde la venta de alguno de sus productos.

“Ya les pedimos que se vayan a otros espacios, aquí no hemos dejado a nadie sin permiso municipal”, comenta indignada.

Tatiana Alba, por su parte, dice que los extranjeros llegaron con mala actitud y que incluso habrían agredido a su sobrina.

“Vinieron a gritarle a una menor de edad, eso no se hace”, asevera. Jonathan y Gustavo preguntaron quién había sido el agresor, pero señalaron que “era otro muchacho que andaba con ellos”.

Según Marta y Tatiana, ellas han tenido que sortear las vicisitudes de la venta informal, pues antes de que pudieran sacar los permisos de funcionamiento sus productos les fueron decomisados varias veces. “Cuando tengan sus permisos estaremos de acuerdo que se queden aquí”, afirma Tatiana.

La problemática

Según Ricardo Camacho, experto en seguridad, estos problemas deberían tomarse desde una mirada más integral, es decir que entidades como el Municipio de Quito abran la posibilidad de gestionar permisos de venta informal para los extranjeros. “Es gente que empieza desde cero, podría abrirse una ventanilla para ellos”, indica.

Además, se ha encontrado con otro detalle y es que las personas que se apostaron en el intercambiador de Carcelén no han querido trasladarse a albergues como el San Juan de Dios.

“Llevamos un bus para trasladarlos y la mayoría no quiso. Es porque la generosidad de los quiteños los está mal acostumbrando”, sostiene.

Esto sería porque en lugares de acogida existen reglas estrictas de convivencia.

“Ahí debes levantarte temprano y salir a trabajar, lastimosamente en ese campamento se quedan todo el día sin hacer nada”, comenta. Su postura responde, además, a los problemas de salubridad y seguridad que puede generar un asentamiento prácticamente ilegal. “Necesitamos que el Estado tome decisiones en cuanto a lo humanitario. Nunca estuvimos preparados para esto, pero se veía venir”, señala.

El 70% de albergados en el San Juan de Dios es venezolano

Este lugar funciona desde 1987 y tiene como premisa dar acogida temporal a las personas que lo necesiten. En este sentido, reciben a nacionales y extranjeros en situación de calle por el máximo de 15 días.

Según Jorge Rocha, hermano de la Orden Hospitalaria que regenta el lugar, el flujo de venezolanos ha aumentado en los últimos meses llegando al 70% de las 350 camas disponibles en el sitio. “La primera noche es gratis, de ahí deben pagar 50 centavos por cada servicio”, comenta el religioso.

Es decir que se paga por el hospedaje de cada noche con desayuno, el almuerzo y la merienda, así les ayudan a que ahorren y continúen con su viaje o que puedan buscar espacios propios. Además, les entregan un kit de limpieza y una caja de golosinas para que salgan a venderlas.

Por su parte Verónica Jiménez, trabajadora social del albergue, cuenta que las donaciones son fundamentales para el funcionamiento, por lo que siempre reciben ropa, cobijas, zapatos, víveres, incluso se pueden hacer depósitos.

“Todo lo que hemos logrado ha sido gracias a la generosidad de los quiteños”, comenta.

También se recibe medicamentos, pues quienes los necesiten pueden acercarse y mostrar su receta y si hay se los regalan.

El movimiento de nacionales y extranjeros es continuo, pues unos llegan y otros se van agradecidos por el apoyo. Es el caso de Cristian Herrada, quien con tres amigos llegaron incluso a dormir en la calle. “Estamos realmente agradecidos con el pueblo ecuatoriano por su generosidad”, comenta.

Ellos partieron hacia Perú y Chile, donde tienen familiares.

En el lugar la disciplina es fundamental, no se puede llegar en estado de embriaguez, ni haber consumido sustancias estupefacientes, se debe respetar los horarios de llegada y salida, así como las pertenencias de los otros y del lugar.

“Lastimosamente hemos tenido que pedir a varias personas que se vayan”, comenta Rocha.

Puede hacer sus donaciones comunicándose a los teléfonos 2280542 y 0995433233, ó al correo: donaciones2@alberguesanjuandedios.ec

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