La Navidad de Vilma Gualoto este año tiene alegría y esperanza pues esta semana su pequeña de tres años tomó la última dosis de quimioterapia. "Han sido dos años muy difíciles, no lo puedo creer", dice luego de salir de la consulta médica en el hospital pediátrico Baca Ortiz, en el norte de Quito.

Aunque no hubo una campana para tocar ­­-como símbolo de ganarle al cáncer- sí hubo lágrimas de felicidad. Vilma necesitaba tomar un poco de aire para seguir hablando. La voz se le quebró y no dejaba de mirar a su hija.

"Hace dos años, en estas mismas fechas nos dieron el diagnóstico de leucemia. Fue muy doloroso y desde entonces nuestras Navidades han sido oscuras", comentó.

En cuanto la doctora Lissette Mármol le explicó que terminar la quimioterapia es el paso más importante en la recuperación y que su niña solo debía ir al médico para vigilar su salud por los siguientes cinco años la mirada se le iluminó. "Aunque no tengamos nada de regalos vamos a estar felices, mi hija superó cosas horribles", contó.

La pequeña sufrió la agresividad del medicamento, por varios meses. "No se hallaba, estaba e mal humor. Por más que tuviera muchos juguetes o juegos nada la podía calmar. Como madre solo podía sostenerla", relató Vilma.

Mármol, oncóloga pediatra del centro de salud, explicó a EXTRA que el promedio de tratamiento va de dos a tres años, en la que se cumplen las fases de inducción, consolidación y el mantenimiento. "Acabó ya no necesita más medicamento y solo vigilamos que la leucemia no vuelva. Estas mamitas han sido muy fuertes porque esto no es fácil", agregó.

En la mesa de Vilma ya no estarán las pastillas, sino las oraciones para que la leucemia no vuelva nunca más.

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