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El Ruiseñor de la Trinitaria
El sábado 17 de febrero 80 músicos se tomaron un espacio en este populoso sector para recordar a Julio Jaramillo, a 40 años de su fallecimiento.

Justin Ruiz, de 10 años, fue el invitado de Dante Anzolini, para dirigir los últimos minutos a la orquesta.
Francel Hidalgo fue el primero en notar que ese sábado no habría ‘peloteo’, sino concierto en la cancha sintética municipal de la Isla Trinitaria. Los 86 por 46 metros que tiene de extensión este lugar esperaba a los vecinos con cuatro carpas, parlantes esquineros y una tarima anchísima.
Sería la única vez que este comerciante de cachitos, chicles, chocolates y demás golosinas no le iba a vender a los futbolistas y en lugar de eso tendría a los asistentes del concierto sinfónico, el primero también en tomarse las canchas.
“Yo trabajo aquí en los campeonatos de lunes a viernes con las escuelitas de fútbol. Los fines de semana son torneos barriales”, cuenta Francel mientras los 80 músicos de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG) se despiden.
La orquesta llegó a la Trinitaria a ofrecer el concierto de Jaramillo Sinfónico. Fue una hora llena de violines —22 exactamente—, violoncellos, flautas, trompetas, arpa. Una hora durante la que Dante Anzolini, como director de la OSG, no dejó de agitar su batuta al ritmo del pasillo.
Francel, en cambio, no paró de vender ni durante los aplausos del público que pedía otra o cuando el intérprete Darío García —conocido como ‘La voz del Ruiseñor’— se inclinaba a sorber agua para pasar de ‘El alma en los Labios’ a ‘Chiquita Linda’.
Ya cuando llegaba el cierre y entre los vecinos se intercambiaban las botellas de agua que pasaron a ser de licor, uno de los compradores amigos de Francel suspiró: “Yo pensaba que era dos horas más de concierto”. Hizo una mueca y siguió con los pies recogidos sobre el banco.
Unos metros hacia adelante, Darío García replicaba cada éxito de JJ, lo volvía hacer luego de 10 años acompañado por la orquesta. Estaba feliz y estaba de estreno también en la Trinitaria: “Este es otro ambiente; aquí veo gente mayor, gente que aprecia lo nuestro, no hay muchos muchachos”.
Minutos antes, una canción había dejado a su público con el ánimo hasta arriba. Hubo coro improvisado.
“Quiero comprarle a la vida cinco centavitos de felicidad, quiero tener yo mi dicha pagando con sangre y con lágrimas”.
De eso se dio cuenta rapidito Victor José Corozo, quien mientras sus conocidos de la Trinitaria coreaban, —vive en la cooperativa Independencia II— él con la ayuda de un balde y su voz de cuñas publicitarias decía:
“Oiga heladito, esto es coctel; esto es algo sabroso; algo bello”.
Por esa labia Corozo ganó más de cinco centavitos; por cada botella vendida ganaba $2,50. Como es comerciante siempre busca eventos masivos para ubicar sus cocteles, pero de música mejor no preguntarle.
“No me sé muchas de Jaramillo, pero ya mismo cuando tome, más noche, ahí me pregunta”, dijo Corozo y sacó un puñado de servilletas para retirarse el sudor.
Atrás, nuevamente desde la ‘tribuna’ de Francel, estuvo casi todo el tiempo como colega de cancha, Roberto Casquete, quien da guardianía al área inaugurada en marzo del 2016.
El plus del lugar que cuida es que ahí tienen césped sintético. Esta vez como hay concierto nadie puede mover el balón, pero los niños le han sacado ventaja. Casquete sigue asombrado igual.
“Este tipo de conciertos no se ha dado; si han venido a presentarse, pero tipo dramas, como teatro de los evangélicos”, contó.
Uno de los arcos de la cancha no fue retirado y sobre él se armó el parque de diversiones para cinco niños. Todos se balancearon. Los que prefirieron el césped solo corrían libres y sin adultos. Los ‘grandes’ estaban de concierto.
Afuera de la cancha ubicada en la Coop. Desarrollo Comunal I igual hubo oyentes. Bacilia Oleas salió con su familia —siete hijos y un montón de nietos— a escuchar. No pudo estar todo el tiempo porque tenía pendientes con la cocina. Una de sus hijas estuvo, pero lo que oía desde las rejas de la cancha no era de su agrado: “En mi casa lo que se escucha es reguetón, salsa choque, cumbia, merengue”.
Al salir de la Trinitaria, donde la Espol y su Centro de Estadísticas, calculó en su momento se concentraban 75 605 habitantes, llegaron los ritmos preferidos del sector: reguetón desde las tricimotos y rap desde una casa donde horas antes hubo bautizo.