Exclusivo
Actualidad

“Me resigné a su muerte”
Madres de pescadores de jama, presos por narcotráfico, cuentan sus penas.
No existe medicina que calme el desconsuelo que embarga a Jesús Benita Delgado Medina. Desde hace 5 años, la ausencia del mayor de sus seis hijos, Leiber Fabián Vera Delgado, la tiene devastada.
El joven, de 23 años, es uno de los 17 pescadores del cantón Jama, provincia de Manabí, detenidos en cárceles de Estados Unidos y Centroamérica por narcotráfico.
Jesús, con un llanto que apaga su voz, cuenta su historia en la vetusta casa que un conocido le prestó hace dos años, pues su familia se quedó sin hogar por el terremoto de magnitud 7,8 que azotó a Manabí el 16 de abril de 2016. Jama fue uno de los cantones más afectados por el sismo.
Aunque su pesadilla inició mucho antes, el 16 de julio de 2013. Ese día su muchacho, de 18 años, le dijo que iba a trabajar en una camaronera en Manta, pero no fue así. Salió junto a otras personas desde el puerto pesquero El Matal, de Jama, y se adentraron en las aguas del océano Pacífico en una amarga aventura. El manabita fue capturado en alta mar y está detenido en EE. UU. sin esperanza de volver al país para que pague su pena.
“Seguramente se dejó convencer por alguna persona que le ofreció dinero. No sé qué pasó. Por Dios, que vuelva”, dijo la señora.
Ella se enteró que estaba preso por un amigo de él que llegó a su casa, un año después, para pedirle los documentos de su hijo y le confesó lo que ocurría.
Delgado indicó que nunca nadie le dio razón de qué fue lo que ocurrió con Gavilán, como sus amigos y familiares llaman a su vástago. Incluso, llegó a pensar que estaba muerto, que su lancha había naufragado y que se ahogó. Jamás ha existido una llamada ni un solo mensaje. “Yo me resigné a su muerte. Hasta que me dijeron que estaba preso por narcotráfico”, relata entre lágrimas la mujer.
Ella guarda celosamente, en un viejo álbum, las escasas fotografías de su muchacho. A sus otros cinco hijos los ve casi a diario y son ellos quienes con su aliento alivian su golpeado corazón.
Gavilán dejó una niña que ya tiene 8 años; nació con discapacidad y está al cuidado de su madre.
Jesús prefiere no acercarse al mar porque en ese lugar afloran los recuerdos de cuando su hijo se embarcaba en una lancha para realizar su labor de pescador.
Dos años después, la persona que le avisó de la detención de su hijo también fue capturada por narcotráfico.
Olinda Vera, habitante del puerto pesquero, comenta que desafortunadamente los pescadores caen víctimas de personas que le ofrecen fuertes sumas de dinero “por una vuelta”, pero corren doble riesgo: ser detenidos y el hecho de ya no poder salir, porque solo salen muertos”.
No volvió para el pastel
La misma tristeza de Jesús atormenta a Eida María Sosa Farías, de 54 años. Ella es la mamá de otro de los pescadores detenidos en alta mar por narcotráfico.
Recuerda que a las 17:00 del lunes 18 de agosto de 2014, un día antes de que Milton Eduardo Vaca Sosa, el menor de sus 10 hijos, cumpliera su mayoría de edad, este le dijo: “Mami, quiero festejar mi cumpleaños con una torta. Voy a trabajar para traer el dinero”. Fue la última vez que lo vio.
Ese día, como de costumbre, caminó junto a él hasta la orilla del mar. Antes de que se subiera a la lancha, le dio su bendición y lo vio alejarse hasta que se perdió en alta mar.
Eida pensó que era uno más de los viajes de 3 días que emprendía como pescador. Pero la ilusión de regresar para celebrar sus 18 años junto a los suyos y de iniciar sus estudios en una universidad de Cuenca quedaron a 40 millas de El Matal, donde fue capturado.
“Le dije: ‘Mijito no vayas, mira que mañana es tu cumpleaños. Habrá más viajes’. Durante dos años no supe de él. Pensé que había muerto”, relata Eida, mientras sostiene la foto del día en que se graduó Milton. En la imagen aparece el muchacho abrazándola.
A 30 días de su desaparición recibió una llamada de su hijo. Al escuchar su voz y saber que no estaba muerto sintió que ‘el alma volvía a su cuerpo’. Mas la confesión del chico la sumió en una profunda pena. “Mami, estoy preso en los Estados Unidos, me acusan de llevar droga”, le dijo.
La progenitora recuerda que cada viaje representaba para su hijo una ganancia de 150 dólares. “Él hacía un viaje por semana. Mi muchacho era quien sostenía la casa. Sus otros hermanos están casados y tienen sus gastos”, comenta llorando la señora.
Añade que su hijo fue condenado en los Estados Unidos y que no tiene dinero ni los medios necesarios para solicitar su repatriación, por lo que tiene que conformarse con escuchar su voz, una vez al mes, “cada vez que él me llama desde el centro penitenciario”.
Se lo llevaron a la fuerza
El pasado martes 4 de septiembre, los habitantes de este puerto pesquero manabita amanecieron sobresaltados por la noticia del secuestro de uno de sus habitantes. La víctima es Marlin Navarrete, de 32 años.
“Varios hombres armados ingresaron al inmueble de Marlin y a la fuerza lo sacaron de su casa”, dice una moradora.
Según testigos, los raptores lo subieron a una lancha y se lo llevaron por alta mar. Desde ese día sus allegados desconocen el paradero del pescador.
Los vecinos presumen que los secuestradores serían personas dedicadas a actividades ilícitas como el narcotráfico.
En medio de la aflicción que abruma a Jesús y a Eida, ellas anhelan un milagro. Que los hijos que el mar alejó de sus regazos, en poco tiempo vuelvan a casa a disfrutar del amor de sus familiares.