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Quito: El misterioso artista conocido como el 'pincel' de Dios

Él asegura que nadie le enseñó a dibujar y que recibió su don por parte del Creador. Recorre parques e iglesias. Pide apoyo para seguir pintando.

Los fines de semana, el artista suele acudir al parque El Ejido, en el centro norte capitalino.
Los fines de semana, el artista suele acudir al parque El Ejido, en el centro norte capitalino.HENRY LAPO

Una amplia capucha cubre la mayor parte de su rostro, ocultando su mirada que, por lo general, se dirige hacia el tablero donde resalta con trazos de tinta las figuras de personajes indígenas que ha dibujado o tomado de algún folleto o revista. A simple vista, se muestra como alguien misterioso, porque además habla poco, pero en realidad es un artista con cerca de cuatro décadas de experiencia: lo llaman el ‘pincel de Dios’.

Se trata de Fausto Imbacuán, quien a sus 53 años sobrevive del arte y recorre diferentes iglesias, como la San Francisco y la Basílica del Voto Nacional, en el Centro Histórico de Quito, o parques como El Ejido, donde cada fin de semana busca un espacio en un parterre junto a la avenida Patria, diagonal a la Fiscalía General del Estado.

En el sitio se rodea de otros artistas, pero conversa muy poco con ellos. Homero Nieto es pintor y uno de sus vecinos de vereda. Él explica que Imbacuán es tímido y por eso evita hablar con desconocidos.

Esta es una de las imágenes que en la actualidad decora Fausto Imbacuán.
Esta es una de las imágenes que en la actualidad decora Fausto Imbacuán.HENRY LAPO
El ambiente de farra empieza en la tarde en la Plaza Foch y sus calles aledañas.

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Sin embargo, cuando Imbacuán accedió a dialogar con EXTRA, añadió otros motivos: que cierta gente se dedica a criticarlo, a tratarlo mal, en lugar de brindarle ayuda. “Me dicen loco, pero no lo soy (...). Soy persona, libre, humanitaria, racional”.

Y añade que él nunca recibió clases para aprender su arte. “Dios me dio el don, me dio la verdad, me dio la sabiduría. Nadie me dijo que pinte de Cristo, pero todo me venía a la cabeza y empecé cuando tenía 14 años”, recuerda.

Por ese motivo, hasta hace pocos años, la mayoría de sus dibujos era de la imagen de Jesús, pero también hacía retratos y ahora, que no tiene recursos, resalta las siluetas de imágenes que consigue. Por eso, él hace un pedido a quienes lo vean en algún sitio: “que me ayuden con pinceles, colores, cartulinas... No le hago daño a nadie. Hiciera maravillas, pero no tengo materiales”.