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Quito no tiene dueños
Los territorios de lo que hoy es la capital fueron repartidos entre los fundadores en 1534. Luego la ciudad fue creciendo con las haciendas.
Si hubo un dueño de Quito es el cuestionamiento que ha surgido en los últimos días entre los ciudadanos, luego de que se difundiera un video en el que una mujer dice que es la heredera de la urbe. Ella asegura ser la nieta del Marqués de Barbacoas y descendiente directa de Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, dos personajes reconocidos del siglo XIX.
Y en el aniversario 212 del Primer Grito de la Independencia, gestado el 10 de Agosto de 1809 en la capital, EXTRA aprovechó para indagar en la historia de la Carita de Dios y desvelar, a través de expertos, quién realmente poseía este inmenso territorio hace más de cien años.
Los dominios de la marquesa de Solanda se extendían supuestamente hasta Tambillo, al sur de la urbe. Sin embargo, las evidencias dirán otra cosa...
Patricio Guerra, cronista de Quito, niega que haya alguien que se pueda denominar dueño de todo, pues si bien existieron familias que monopolizaron las tierras, la capital no fue un territorio homogéneo.
En esto coincide el historiador Enrique Ayala Mora, quien además explica que Quito ya existía incluso antes de la ocupación inca. “Era un pequeño pueblito y fueron ellos los que lo hicieron crecer”, agrega.
El 6 de diciembre de 1534, los colonos españoles firman el acta de fundación de la ciudad y en ella se hicieron las primeras reparticiones. Los conquistadores y las órdenes religiosas fueron las mayores beneficiadas. “Se concibió la ciudad desde lo que hoy es el Centro Histórico y los más notables estaban cerca”, relata Guerra.
Desde allí se explica que el territorio se repartió desde el principio, según los expertos.
Próceres de la independencia
como Juan Pío Montúfar, José Cuero y Caicedo, Juan de Salinas también eran poseedores de grandes bienes en Quito. Algunos invirtieron sus fortunas en la gesta libertaria.
Los grandes poseedores
La iglesia, según el cronista Guerra, fue una de las mayores tenedoras del territorio quiteño, pues al ser un ente fundamental en la conquista española les fueron asignados grandes recursos.
Es así que la orden de los mercedarios aún conserva una gran cuadra en el Centro Histórico, entre las calles Cuenca, Chile, Mejía e Imbabura, donde funcionan un colegio, el convento y la iglesia.
“Su propiedad llegaba incluso hasta El Placer, pero se fueron vendiendo los terrenos”, comenta Rina Artieda, representante de la Cofradía de los Duendes, colectivo dedicado a la investigación y socialización de la historia quiteña.
Así también, los franciscanos que aún poseen un gran terreno ubicado en las calles Cuenca, Bolívar e Imbabura. Cuadras casi perfectas. “El trazado de Quito era en forma de damero (tablero de un juego de mesa)”, agrega Artieda.
También están los dominicos, los jesuitas, entre otros que son los tradicionales ocupantes del casco colonial, cuyas edificaciones le significaron a Quito ser designada Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1978.
Guerra insiste en que todos estos terrenos les fueron arrebatados a los indígenas que poblaban Ecuador antes de la colonización. Debido a la repartición de los conquistadores ellos fueron relegados a las zonas lejanas -de esa época- como San Roque y la Loma Grande.
“Si podemos hablar de herederos, en todo caso serían ellos”, dice.
Sin embargo, han pasado 487 años desde esa primera repartición, por lo que resulta ilógico que alguien pueda adjudicarse tal título. “Las tierras se han heredado, vendido, donado tantas veces, que tampoco hay dueños absolutos de algo”, aclara Guerra.
Ya no tiene sentido
Ya entrado el siglo XVII y cuando el sistema feudal estaba en auge en la región, las familias –la mayoría descendientes de los conquistadores– empezaron a acumular tierras y posesiones. “A esto se le llamaba hacienda, a todos sus bienes”, recalca Guerra.
En esa época la posesión de terrenos era sinónimo de riqueza, poder e influencia. Poco a poco, y con el crecimiento de la urbe, las grandes haciendas se lotizaron y dieron paso a los barrios que hoy conocemos (ver infografía).
Estas se mantuvieron hasta entrado el siglo XX. María Augusta Urrutia, dueña de la hacienda La Carolina, donó ese territorio al Municipio de Quito. De allí que se construyera el parque con el mismo nombre en una parte de esa propiedad.
Asimismo, los títulos nobiliarios resultan poco o nada importantes hoy en día, coinciden los tres expertos, pues el proceso de mestizaje y de migración ha sido transversal en la ciudad. “Ya ni siquiera podemos decir que hay quiteños de cepa, ya somos bien mezclados”, puntualiza Artieda.
Además, en América la mayoría de estos títulos fueron comprados a la corona española, con los recursos generados por los indígenas.
Las declaraciones de esta mujer en el vídeo, que dieron pie a respuestas ingeniosas de los internautas quedaron sin piso. “Es insensato en estos tiempos creer en la importancia de los apellidos o la alcurnia”, insistió Ayala Mora.