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Ruegan por noches de paz en el ‘infierno’

Dos familias viven en diferentes sitios de Guayaquil, pero sufren la misma pena: tienen a un ser querido en la Penitenciaría del Litoral. Eso los tiene en zozobra. Decir ‘Feliz Navidad’ sin ellos... les cuesta.

La fuerza de ella son sus hijos:Jonathan (8 años ), Gabriel (2), Daniela (9) y Joseph (12), quien no está en casa por el momento, pero sí se encuentra en su  corazón y plegarias.
La fuerza de ella son sus hijos:Jonathan (8 años ), Gabriel (2), Daniela (9) y Joseph (12), quien no está en casa por el momento, pero sí se encuentra en su corazón y plegarias.Christian Vasconez

lágrimas y rostros de dolor muestran Gabriela Bustos y Nelly Narváez. Las dos lloran por familiares, que un año más pasarán Navidad en la ‘Peni’. La primera cría sola a sus cuatro hijos, tiene que escoger entre ‘camellar’ o cuidarlos; la segunda es una adulta mayor cuya salud se ha agravado por el encarcelamiento de su vástago. Se aferran a Dios y oran para que el tiempo que estén en ‘cana’ los libre de todo mal y regresen a casa.

El regalo: que salga vivo

A Daniela, de 9 años, la llamaron así por su padre. Con solo escuchar mencionar su nombre llora. Hace dos años él no pasa Navidad junto a ella, su madre y tres hermanos (12, 8 y 2 años).

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Su padre está en la ‘Peni’, cuenta Gabriela Bustos, madre de la menor de edad. Ella sostiene que él estuvo en el lugar equivocado, con las personas erróneas.

“Unos ‘panas’ de El Fortín lo llamaron para conversar y dar una vuelta, pero iban a robar y antes de cometer el delito los agarró la policía. De los detenidos, solo se quedaron los ‘chiros’, entre ellos mi marido”, dice la mujer de 29 años, quien asevera que su pareja no tenía idea del ‘choreo’.

Cuenta que es la primera vez que Daniel está preso. Sus ojos se humedecen al recordar la última Navidad, juntos, en 2019.

“Cenamos y paseamos. Desde el año pasado mis hijos no piden regalos, solo que su papá regrese vivo. Todos los días le piden a Dios que lo cuide”, dice entre sollozos.

Gabriela no puede ni hablar con él por teléfono, pues no tiene celular. Visitarlo le es imposible, no tiene con quién dejar a sus hijos, quienes la acompañan hasta cuando ‘camella’.

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“Lavo ropa, limpio casas, corto montes, todo por mis niños, aunque solo nos alcanza para una sola comida. Ellos me dicen que tienen hambre, el más pequeño llora y me parte el alma”, cuenta entre lágrimas.

En junio fue la última vez que vio a Daniel. “Estaba flaco y ‘moreteado’, si no pagas allá, te golpean... pero de dónde vamos a sacar. Él trató de disimular para no preocuparme”, señala.

“Que paren las muertes, hay familias que afuera los lloramos”, expresa Gabriela, quien lamenta otra ausencia en su casa, en Monte Sinaí, la de su hijo mayor, a quien hace dos años mandó a Santo Domingo, donde su madre, por las clases virtuales. “Allá tiene internet y aseguradas sus comidas. Me duele desprenderme de él, pero qué puedo hacer, cuando estaba con mi pareja era más fácil, compartíamos las cargas”, concluye entre sollozos, recordando que otras Pascuas pasará sin dos de sus seres amados.

“Abrazarlo es Navidad”

1- No hay día en el que doña Nelly no llore por su hijo, a quien contempla en fotos  viejas. Clama a Dios para que Él le haga justicia, pues no confía en la terrenal.
1- No hay día en el que doña Nelly no llore por su hijo, a quien contempla en fotos viejas. Clama a Dios para que Él le haga justicia, pues no confía en la terrenal.Christian Vasconez

Hace tres años, Nelly Narváez (69) no ve al menor de sus siete hijos, Diego. Desde entonces contempla su rostro en antiguas fotos.

“Mi tío estaba con unos vecinos acá en el suburbio, en la calle. Uno de ellos vendía drogas y como vio que iban a hacer allanamientos lanzó su mercancía en el patio de mi abuela (que era compartido), por eso se llevaron a mi tío. Eso agravó la salud de ella, su diabetes e hipertensión”, asegura Diana Torres.

El 16 de diciembre de 2020 le amputaron el pulgar del pie derecho, cirugía que la mantiene en cama (utiliza pañal), pues no se termina de cicatrizar la herida, pero desde allí clama al Creador por su vástago.

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“Este año, en el Día de las Madres, se acordó de Diego y se enteró que él cayó enfermo con tuberculosis y le dio una angina de pecho, estuvo dos meses internada. Por el sufrimiento ella ha bajado 40 libras”, manifiesta su nieta.

Nelly llora y pide a Dios que haga justicia, porque no confía en la terrenal. Asegura que es la primera vez que su hijo cae preso, que todo se debe a la ‘mala junta’, él era estudiante universitario.

“Antes era una feliz Navidad, sin mi hijo qué voy a estar contenta. Tenerlo conmigo, eso es para mí Navidad, no me importa si no tengo nada más”, manifiesta la adulta mayor.

Diana confiesa que cuando su tío fue a ‘cana’ lo intentaron violar. Que su abuela vio en las noticias las masacres carcelarias. Ella sabe todo, por eso sufre.

“No la llamo porque lloro y la pongo mal”, me decía mi tío. Dios ha sido bueno con él, porque lo ha librado de la muerte. En la masacre de noviembre me dijo que si le llegara a pasar algo se iba con Cristo y que siguiéramos adelante”, cuenta Diana, quien está feliz porque afirma que Diego tuvo que ser encerrado para conocer a Jesús y naciera en su corazón y esa es la real Navidad.