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“Fueron 30 minutos de tortura”
Habla en exclusiva para Extra la mujer trans que fue atacada por cinco hombres en Latacunga, el pasado 20 de octubre.
Amanece en un asiento metálico de la terminal de Quitumbe. En el frío intenso de Quito, Aurora (nombre protegido) ha estado allí desde las 22:00 de la noche anterior. Y espera al equipo de EXTRA porque es la primera vez que hablará del ataque que sufrió la madrugada del sábado 20 de octubre, en los rieles de la estación Latacunga, Cotopaxi.
Aurora usa una chaqueta de cuero ajustada a su cintura y un vestido floreado, el mismo que llevaba puesto en el momento en que cinco hombres –aún no identificados– la golpearon y arrastraron mientras hacía su trabajo. “Maricón... Vuélvete hombre”, le gritaban eufóricos. Y ella, una mujer trans, de 29 años y nacida en Pereira (Colombia), quiso defenderse.
Eran las 03:00. Los locales que hay alrededor de la estación habían cerrado. En la calle solo estaban Aurora y tres amigas que –como ella– son sexoservidoras. Habían tomado varias copas de ‘guanchaca’ para soportar la baja temperatura latacungueña. Fue entonces cuando los sujetos se aproximaron a ellas y con pequeñas rocas empezaron a agredirlas.
Aurora no pudo escapar. Sus amigas corrieron mientras ella cogía las piedras que hay entre los rieles para defenderse. Pero ellos eran muchos. “Me cogían el cabello, me lanzaban piedras en la cabeza, me pateaban”. Y no miente. El ataque fue grabado por un morador del sector, quien posteriormente difundió el vídeo. En él se observa cómo los cinco hombres “casi lapidan” a la mujer trans.
“Me decían: ‘te vamos a matar’, ‘te vamos a quemar’”, recuerda Aurora, a quien llevamos de la terminal de Quitumbe al pie de la iglesia de San Marcos, en el centro quiteño, para que estuviera más cómoda. Tiene miedo. Mira a los lados cada cinco segundos, como si aquellos sujetos que la arrastraron diez metros en el pavimento estuvieran detrás de ella.
La trabajadora sexual cuenta que sus amigas intentaron ayudarla. Y en el vídeo se escucha claramente cómo una de ellas les gritaba: “Suéltenla”. Sin embargo, ellos emprendieron un ataque en su contra. Logró huir mientras Aurora seguía en el suelo. “Fueron más de 30 minutos. Fui torturada. Y me quitaron hasta los 30 dólares que esa noche había conseguido con dos clientes”, remata.
Semiinconsciente, la mujer trans fue auxiliada por sus compañeras cuando los sujetos escaparon tras observar que tres amigos de Aurora se acercaban a ellos. Antes, nadie había hecho nada por ayudarla, pese a que en la grabación aparecen varios transeúntes mirando el ataque.
La subieron en hombros en un taxi y la trasladaron a la casa de una de sus amigas donde pasó escondida unos tres días. Estaba lastimada. Y temía que los cinco hombres volvieran. Desde entonces, nadie volvió a saber de ella. Ni siquiera las asociaciones Lgbti, que luego de conocer sobre el ataque se emitió un informe diciendo que había sido “lapidada, torturada y asesinada”. No era cierto.
Lo desmintió la Policía con un comunicado en Twitter: “Este sábado (20 de octubre) se suscitó una alteración del orden que fue inmediatamente restablecido por nuestras unidades”. A lo que los colectivos reaccionaron, exigiendo que se localizara a los agresores.
Aurora no recuerda sus rostros. Nunca antes los había visto. Tampoco ha puesto una denuncia. Se marchará de allí un buen tiempo. Apenas llevaba trabajando en los rieles 15 días. Dice que mejor será buscar otro sitio para ejercer el trabajo sexual. Por el momento, ha dejado Latacunga. Está en otra ciudad de la que prefiere no revelar su nombre. “Por seguridad”. Y tras caminar en frente de la iglesia y beber un sorbo de agua fresca de una fuente de piedra, desaparece otra vez.
“El Miedo”
Luis Alarcón, presidente de la Comunidad Lgbti de Cotopaxi, asegura que esta no es la primera vez que ocurre una agresión a una mujer trans en la provincia. Hace dos años una chica fue atacada.
Alarcón cuenta que allí las mujeres trans siempre están expuestas a agresiones e insultos verbales y físicos.
Y que algunas compañeras no denuncian. No lo hacen por el “miedo a la represalia”, concluye.