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En Tumbaco, el 'agente' José Gutiérrez aplica la ley del pitazo

El hombre dirige el tránsito con un pito. Viste un sombrero y un pantalón de policía. Además, lleva un chaleco reflectivo. 

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Por su edad, este hombre se sienta en la vereda y desde ahí intenta dirigir a los choferes.Angelo chamba

En una esquina de las calles Fray Gonzalo de Vera y Gonzalo Pizarro, en Tumbaco, la ley de tránsito la hace cumplir José Gutiérrez. O, al menos, lo intenta todos los días en esa parte de la parroquia que se caotiza por la llegada de carros, motos, buses... y uno que otro peatón que cruza ignorando el peligro.

José tiene 83 años y durante casi una década ha dirigido a los conductores como un agente civil pese a que muchos no le paran ‘bola’. Quizás porque no es de la Agencia Metropolitana de Tránsito. Pero no importa. Los tumbaqueños dicen que José es el mejor ‘agente’ y, por supuesto, el más querido.

Son las 16:30. Las calles rebozan de autos y José camina lentamente hasta una esquina. Viste una gorra y pantalón verde aceituna de los policías, ya roídos por el tiempo. Su camisa blanca, en cambio, está flamante al igual que el chaleco fosforescente en cuya espalda se lee la palabra Tránsito.

Escoge una vereda y se sienta. Su edad ya no le permite estar de pie como hace tiempo. Y desde ese bastión, José empieza con su labor ayudado por un pito de plástico blanco con naranja atado a su cuello con una vieja piola verde.

“Siga, siga. Pase, pase”. Un pitazo. “No se quede”. Otro pitazo. Todo lo hace con un movimiento de sus manos que están siendo atacadas por la artritis.

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Con un pito hace respetar la ley. Todos lo quieren en Tumbaco.Angelo chamba

Solidaridad

Los conductores avanzan y José sigue trabajando. Cerca de él se para Marcelo Lastra, quien ha vendido periódico durante siete años en esa zona.

“Generalmente viene pasado el mediodía. Hace su trabajito y luego se va a eso de las seis de la tarde o siete de la noche”, resume Lastra sobre la jornada de José. Acota que ese hombre -que no mide más de 1,50 de altura- es servicial y muchos que viven en Tumbaco lo quieren por la sencilla labor que realiza.

Lastra siempre está pendiente de su vecino para que nadie le haga daño. Durante el tiempo que este canillita ha vendido en el sitio, cuenta que a José no le ha pasado nada malo.

Así como él, hay vecinos que se acercan para regalarle comida, le dan unas cuantas monedas o le compran fundas de pan. Otras personas, en cambio, se dan un tiempo para asearlo, como Blanca Heredia, quien suele comprar pañitos húmedos para limpiarle las manos a José.

“Eso también lo hacía durante la pandemia porque el señor nunca dejó de asistir a la calle para trabajar”, relata parada frente al más querido de Tumbaco. Heredia también exalta el trabajo agotador de este adulto mayor, a quien le gusta decirle abuelito.

Imaginación

“Siga, siga. Pase, pase, no se quede”, continúa diciendo José. Y esa frase es lo poco que se logra entender cuando se intenta entablar una conversación con él.

Por eso, para Lastra o Heredia ha resultado bastante complicado conocer sobre la historia del ‘agente’ civil.

Para conocer más sobre este particular gendarme de tránsito, EXTRA intentó conversar con él. José se pone a la defensiva porque desconfía de quien no conoce. Grita que no lo molesten, que no quiere pelear con nadie.

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Todos los días viaja desde Yaruquí para cumplir con su labor.Angelo chamba

“Soy un hombre honrado, mi caballero. Yo soy vivísimo, no soy ningún tonto”, espeta mientras baja con su mano izquierda la mascarilla blanca.

Apenas son audibles sus argumentos. Mueve los brazos para que el interlocutor se vaya. Pero poco a poco va cediendo sin perder la seriedad en su rostro.

José asegura que no quiere hablar porque cree que quienes se le acercan son evangélicos. “Yo creo en la santísima virgen de El Quinche”, dice mientras se santigua sacándose la gorra policial.

Cuenta que conoció a alcaldes y que respeta mucho a Tumbaco porque es “una tierra ajena”. Además, relata que estuvo en el Ejército y que nació en Colombia, en Barbacoas, Nariño. “Mis papacitos ya murieron”, indica.

Su verdadera historia

En lo que se logra comprender a don José, está el paso que tuvo en su juventud por un cuartel de Sangolquí, al sur de Quito. Además, según él, ha logrado conocer las islas Galápagos y también ha ido a Manta (Manabí).

Todo parece irreal. Pero la hermana de este agente, Albertina Gutiérrez, quien vive en Yaruquí, también en el nororiente de Quito, lo confirma. Y cuenta a EXTRA la verdad historia de José. “Nosotros no somos colombianos, somos nativos de aquí (Yaruquí)”, detalla sentada en su casa, en un barrio de esa parroquia llamado San Vicente.

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Albertina es la encargada de cuidar a su hermano.Karina Defas

Justamente desde ahí, todas las tardes sale José hacia Tumbaco. Albertina explica que contratan un taxi para que saque del barrio a José y lo lleve hasta la carretera E35 para que tome un bus para dirigirse a sus labores.

“Muchas veces ha salido y no ha regresado pronto. Ahí es cuando nos preocupamos”, según Albertina, quien aseguró que no todo ha sido alegría en el trabajo de José. Ella recuerda el día en que el hombre se había caído y se abrió una herida en su frente.

En cuanto a su aberración en contra de los evangélicos, la pariente del ‘agente’ no atina a dar una explicación. Solamente confirma que cuando los ve, los sigue con un palo para que no lo molesten. Ríe con esa anécdota.

Agrega que José, hasta antes de dedicarse a dirigir el tránsito en esa esquina tumbaqueña, laboraba cuidando una hacienda en Puembo, parroquia que pertenece a esa zona nororiental.

En su juventud, en cambio, aprendió el oficio de albañilería. “No terminó la escuela y para subsistir se dedicó a trabajar”, relata Albertina. Sus padres les heredaron unos pequeños terrenos y en uno de ellos, José tiene su casita de adobe, donde vive solo y bajo la vigilancia de su hermana y de otro ñaño que es su vecino.

Para su pariente, este agente de tránsito seguirá viajando hasta que las fuerzas no lo abandonen. “Mi hermano se acostumbró a eso. No hay nada que lo detenga y seguirá así hasta que pueda”, finaliza la hermana.

La jornada termina. El hombre toma una bolsa en la que lleva pan. Se levanta de la vereda y camina lento en dirección hacia su casa. Mañana será otro día para que el agente más querido haga respetar la ley de tránsito.

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José avanza al sitio donde labora.Angelo chamba