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Luis Cárdenas y su esposa improvisaron una piedra de lavar en media calle.ANGELO CHAMBA

Vertientes y baldes: así resisten los adultos mayores la crisis de agua en Quito

Algunos acompañados de familiares más jóvenes, otros sin ayuda, los adultos mayores son golpeados por la crisis de agua en el sur de Quito

En medio de las filas para conseguir agua de los tanqueros, en los barrios del sur de Quito, hay quienes caminan más lento y a quienes les cuesta más cargar los bidones y baldes hasta sus casas. Son los adultos mayores que sortean la crisis del agua en Quito, algunos solos, otros acompañados.

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En Santo Tomás 2, Luis Cárdenas y Carmita de Jesús Luarte se las arreglaron para lavar un costal de ropa en el borde de una alcantarilla. “El agua que usamos es de una vertiente que hay en nuestro terreno, y el Municipio, hace años, la canalizó hacia el alcantarillado”, explica Carmita.

Esta pareja, que tiene un hijo menor de edad, llevó una llanta de automóvil y una tabla para restregar la ropa. Con la ayuda del pequeño recolectan el agua de la tubería de la vertiente. “Si no nos acomodamos, no tenemos ropa limpia”, comenta Luis.

Sin agua tampoco hay trabajo

Luis tiene 71 años y Carmita 73, por lo que su movilidad es limitada. “Aun así, toca trabajar, pero con la crisis no hay ni contratos”, explica el adulto mayor.

Él trabaja como maestro de construcción, pero la mayoría de obras se han suspendido por la falta de agua. “Por eso, en lugar de trabajar, vengo a lavar la ropa con mi esposa”.

Familiares los acompañan

En Caupicho la dinámica no es distinta. Decenas de personas van detrás de los tanqueros en cuanto se estacionan. “‘Veci’, apure que se acaba”, grita una mujer que carga a su bebé de meses.

Con el pasar de los días, la crisis se ha manejado con más organización, pero, sobre todo, con resignación. “No queda de otra. Por ahora solo cocinamos y nos bañamos”, dice Carlos Tapia, de 75 años, quien empuja una carretilla con baldes de agua.

Adultos mayores se ayudan con carretillas para llevar los baldes de agua a sus casas.ANGELO CHAMBA

El ajetreo de la última semana ha afectado su salud. “Me duelen las piernas, yo no puedo caminar mucho y menos cargar peso”, explica.

Sin embargo, no tiene otra alternativa, pues su único hijo trabaja y se le complica estar pendiente de los tanqueros, según el adulto mayor.

Su esposa, Carmen, también lleva los baldes en un cochecito y hacen los viajes necesarios para abastecerse.

Mantienen la alegría

En Santo Tomás 1, otra vertiente ha ayudado a solventar la crisis. Enma Tipán, de 84 años, y su hija María Niquinga, de 57, también se las ingenian para abastecer su hogar.

Algunos abuelitos son acompañados por sus familiares.ANGELO CHAMBA

“Tenemos baldes pequeños y hacemos varios viajes todos los días. A mi mamá hay que calentarle el agua en la cocina para que se bañe”, manifiesta María.

A pesar del cansancio, Enma sonríe y aprovecha las salidas para conversar con las vecinas que llegan día a día a lavar la ropa en la vertiente. “Yo viví aquí antes de que se lotizara, así que siempre utilicé el agua que aún sale de la vertiente”, narra.

Las dirigentes del barrio se han encargado de mantener el orden en las lavanderías que funcionan allí desde hace décadas.

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