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Diario Extra Ecuador
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Miguel Ángel González, Puerto Quito

Los aplausos de la familia de Carlos Mina acabaron con el silencio sepulcral que siguió a la derrota en el combate frente al boxeador francés Mathieu Bauderlique.

Los allegados del joven pugilista, quien se abrió campo en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, se resignaron con el resultado.

“La vida es ganar o perder. Esta vez no se pudo”, dijo María Mina, madre de Carlos, parada dentro del bar Skandalo, situado en las orillas del río Caoni de Puerto Quito, noroccidente de Pichincha.

Ayer, el establecimiento se llenó de parientes y amigos del boxeador para mirar la pelea, que se retrasó 24 minutos.

Un proyector se ubicó en lo alto del local. El reflejo se miraba en una de las paredes y doña María se paró detrás de una mesa de madera.

El nerviosismo no la dejaba tranquila. Cada minuto que se aplazaba la pelea era un martirio para la mujer, que dio a luz al boxeador hace 24 años.

“Somos de San Lorenzo, pero Carlos creció en Guayaquil. Luego de un tiempo llegamos a Quito y yo trabajaba limpiando una casa”, rememoró.

Un vaso de cerveza aplacaba el calor que la hacía sudar, mientras detallaba que su ser querido vendía caramelos y cantaba en los buses de Quito.

Cuando el seleccionado olímpico tuvo 11 años, llegaron a Puerto Quito, donde empezó lanzando sus primeros puñetes sobre el cuadrilátero. Tres años más tarde, él decidió abandonar Puerto Quito para dirigirse a la capital, donde se perfeccionó en el ámbito profesional.

Pasado el mediodía de este 14 de agosto, la pelea comenzó. Doña María y su hija María Fernanda gritaban su nombre mientras subía al ring. “¡Ganaremos!”, coreaban los presentes mientras flameaban una bandera tricolor.

 

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