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Liga de Quito y la Sudamericana 2009: Bulla, mala noche, disfraz y una oración

Hace 11 años nos tocó convertirnos en meseros para ver el festejo en exclusiva de los albos ante el Fluminense, en Río de Janeiro  

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Con una oración y todos abrazados en el comedor del hotel en Rio de Janeiro, fue el festejo íntimo de Liga de Quito como campeón de la Copa Sudamericana en la madrugada del 3 de diciembre del 2009.EXTRA

Eran los últimos días de noviembre del 2009. Llegamos a Río de Janerio, Brasil, con la misión de volver, sí o sí, con la Copa Sudamericana. El deseo de esta cobertura periodística podía más que el de querer conocer el famoso sambódromo de esa ciudad, subir al Pan de Azúcar o ir al bar donde Vinicius de Moraes vio pasar a una bella mujer y escribió la letra de Garota de Ipanema. Liga de Quito podía ser campeón. Y en el mismísimo Maracaná.

El último en despedirse en el diario EXTRA en Guayaquil fue Juan Manuel Yépez, hincha declarado del Aucas, quien me advirtió: “Vienes con la copa o ni vengas por salado”.

La misión la tenían los jugadores albos. El 5-1 logrado por ellos en Quito daba para que todo sea festejó ecuatoriano en el Maracaná, ese gigante hecho estadio que palpita con los hinchas y que ha sido testigo de tantas proezas.

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Rodrigo y su hijo Esteban Paz hablando a los jugadores en el un piso del hotel que servía de comedor. Horas atrás habían hecho enmudecer al Maracaná.EXTRA

Una mala noche

La noche antes del partido fue horrible. Los hinchas del local Fluminense -que habían llegado desde las 02:00 y con cohetes 'tumbacasas' que parecían 'tumbaedificios'-, se dedicaron a hacer bulla por cuatro horas. Era un ir y venir de autos que dejaban las cajas votadas y toda la madrugada, esa calle de Río parecía festejar un 31 de diciembre. Hinchas del hotel y periodistas, la mayoría provenientes de Quito, bostezábamos cada cinco minutos a lo largo del día siguiente. Ni un café cargado podía reanimarnos.

Luego les preguntamos a los jugadores sobre el ruido, pero ellos jamás se enteraron. Se habían quedados rucos y había dormido bien.

Hasta ese momento no había conversado en vivo con el jugador Edison Méndez. Al aparecer, lo toma de la mano la madrina del fútbol, Teresa Cruz, y le da la bendición. Ella hizo lo mismo con todos los jugadores. Luego, Kinito nos identifica y dice en voz alta: “¡Aquí sería bueno que hagan un lunes sexy!”.

Liga de Quito hizo su carnaval el 2 de diciembre del 2009. Era otra estrella más internacional. La Copa Sudamericana.

En el Maracaná

Al legendario estadio llegamos temprano, pero algo nos decía que Liga de Quito iba a ser campeón. La vuelta olímpica nos la habíamos ya dibujado en la cabeza. Olía a triunfo, a hazaña lograda, a entrar a la historia del fútbol sudamericano.

Y así comenzaba el partido. Antes de terminar el primer tiempo, tomamos la decisión de volver al Hotel Sheraton, en la playa de Vidigal, en Leblon. Los brasileños amenazaban con desdibujar el triunfo, la fiesta ya iba 2-0 a su favor, pero la fe era enorme. En el taxi, que nos cobró 50 dólares de regreso, el 'Flu' hizo el 3-0. Seguíamos apretando. Todo era cuestión de esperar, nada más.

Cómo éramos

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En la mañana del 2 de diciembre del 2009, Edison Méndez recibía la bendición de parte de la madrina del fútbol Teresa Cruz que había viajado desde Nueva Jersey, Estados Unidos.EXTRA

Horas antes del partido, el golero liguista, José Francisco Cevallos, nos había dicho que si había celebración, esta iba a ser corta, solo para los jugadores y directivos, nada grande, una comida y nada más.

Comida. Sí, comida, esa era mi entrada. Llegué al hotel, había miembros de seguridad por todos lados, tantos como si allí estuviese alojado el presidente de Estados Unidos. Pero yo iba a mi habitación, esa fue la puerta para lo que venía.

El piso más alto era reservado exclusivamente para los albos. ¿Y cómo entramos?

En un momento se me ocurrió ir hasta la cocina con dos camisetas de Ecuador, que había comprado en la Bahía, en la mano. Las iba a regalar.

“Soy hincha de Liga, quiero ver el festejo”, le dije al trabajador del hotel que me interceptó al llegar al corazón de la cocina. No sé cómo me hice entender en un raro 'portuñol' (a lo mejor pronuncié "festejinho"), pero no lo recuerdo. Eso tal vez le dio pena o despertó en el hombre una complicidad que solo los hinchas de fútbol entendemos. Lo que sea, pero sirvió.

Me puse un mandil blanco, un gorro de cocinero y pasé al restaurante. La condición que me dieron fue una: solo mira de lejitos y nada de emocionarte si llegas a servir algo.

La medianoche

La crónica del partido la hice rápido, lo que quería era la celebración. ¿Qué contar de lo que ya millones habían visto en televisión? Debía contar aquello que no había salido ni saldría en las pantallas. Esa era mi misión.

Había comida, champán y otras bebidas. Era una suerte de restaurante. Mientras analizaba el espacio, los jugadores llegaron. Era casi la 01:00 horas. La cobertura había comenzado.

Hay un detalle… mi rol era la de un mesero, el que trataba de servir la comida, pero llevaba una minicámara conmigo.

Al rato entraron los jugadores. Claudio 'Taca' Bieler con dos trofeos y una llave de carro gigante, no paraba de bailar. El entrenador, el uruguayo Jorge Fosatti, ni siquiera tenía su voz ronca, la había dejado toda en el Maracaná.

Lo primero que hicieron fue único. Todos armaron un círculo y comenzaron a orar el Padre Nuestro. La manera en que rezaban, toda esa escena, el aire que se respiraba, tenían mucho de emoción y grandeza, una mezcla que solo los humildes que llegan a la gloria conocen.

Los Albos vivían momentos de gloria deportiva a nivel internacional. Tenían un equipazo.

Segundos después me olvidé de que estaba de infiltrado, y comencé a tomar una foto tras otra.

Fue entonces que pasó algo de locos, por si ya no hubiese pasado suficiente. Kinito Méndez me reconoce y me pregunta que qué hago ahí, que ya era tarde. A él no le podía mentir, le dije que estaba de infiltrado, en modo periodista. El volante me dice que tengo que brincar y gritar por Liga, segundos después Pancho Cevallos me hace la misma pregunta.

Ya era tarde. Cuando comenzaron a llegar los agentes de seguridad, el más pequeño medía dos metros, a sacarme, ya estaba rodeado de los jugadores Albos. Ya era uno de ellos. Ver las locuras de Carlos Espínola, un paraguayo que no daba por perdida una pelota. La tranquilidad de Miller Bolaños, a quien no le sacabas ni una declaración ni una sonrisa. La risa contagiante de Neicer Reascos. La seriedad hasta para festejar de Diego Calderón. El ascenso de Alexander Domínguez, la buena onda de Rodrigo Paz y los deberes que comenzaba hacer bien Esteban Paz.

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La madrugada del 2 de diciembre la policía de Río de Janeiro trataba de tranquilizar a los hunchas de Fluminense en el hotel donde estaba Liga de Quito en Leblon.EXTRA

La única entrevista que me había dado Claudio Bieler fue a cambio de que le ayude a llevar los trofeos. Los había tenido más de cuatro horas en sus manos y estaba cansado.

El festejo, en realidad, fue de lo más sencillo. Eran los campeones internacionales de nuevo, sí. No obstante, eran los tipos más sencillos. Lo mejor de la celebración fue aquel abrazo masivo y darle las gracias a Dios por haber sido campeón en el Maracaná.

Al final, ya era uno de ellos, hasta besé la copa, que una semana después nos visitaba en diario EXTRA, de la mano de Cevallos. Un capítulo más de esta historia exquisita, con luces y sombras, de argumento volátil, que es el fútbol ecuatoriano.