No todos los días aparece Lionel Messi en Guayaquil. Y no todos los días un hincha mira su billetera como si fuera un rival más difícil que Brasil.

El 7 de febrero del 2026 será “El Partido de la Historia”, pero antes hay otro partido: el de los precios. Cada entrada es un gol o un autogol para el bolsillo. Un lujo, una ilusión, una pelea interna entre el corazón y la razón.

En la Tribuna Este, esos $40 son los mismos que una madre usa para once almuerzos en el mercado de Sauces 9, o lo que un estudiante guarda para un mes de buses, empanadas y cafés que salvan mañanas. O 40 bolones de queso de un dólar de La entrada de la 8 al norte de Guayaquil.

Todo lo que se puede comprar

En General, los $80 equivalen a llenar dos veces la refrigeradora: arroz, pollo, verduras y hasta ese choclo que alegra la olla. También son las cenas del mes, las que uno promete y nunca cumple.

Subes a Tribuna Oeste, donde los $180 ya pesan distinto: es medio arriendo en Durán, un quincenal entero que se evapora en un clic. Es el dinero que un padre guarda para los útiles nuevos, la mensualidad del colegio o esa camiseta "original" en la Bahía de Guayaquil que siempre queda pendiente. Ahí el hincha ya no piensa en Messi; piensa en su cartera llorando como defensa al que le hacen túnel.

En Palcos, los $200 son las compras del supermercado para todo el mes, el gas, el internet y un par de taxis cuando la noche se pone peligrosa. Y en Suite, los $250 son un mes de vida para muchos: alquiler en una pieza, comida justa y la esperanza de que alcance hasta fin de mes.

Pero el verdadero golpe llega con el Messi Experience, esos $450 que para algunos equivalen al salario entero. Son $450 prácticamente pagas todo un mes de gastos básicos si vives solo sin lujos. O te sirven para "pescar" un pasaje a Nueva York en temporada baja, allá los amigos y familia te dan la comida, dormida y transporte.

Un mes de trabajo para vivir 10 segundos cerca del único hombre puede hacer dinero solo con su presencia. 

Aun así, ahí estarán miles. Rompiendo el chanchito, empeñando la Play, vendiendo la bicicleta o pidiendo un adelanto. Porque Messi no se ve todos los días. Y porque en Ecuador, por un rato, ver al mejor también es recordar que soñar es lindo.

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