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Michael Jordan: la historia del rechazo que lo convirtió en leyenda de la NBA
Antes de ser el mejor del mundo, fue humillado por su padre y rechazado del equipo escolar. Esa rabia lo llevó a entrenar hasta hacer historia.
Antes de ser leyenda, Michael Jordan fue un chico inseguro, torpe y con ganas de tirar la toalla. Su camino hacia la cima de la NBA empezó con lágrimas, gritos y mucho sudor.
Todo comenzó en el garaje de su casa, donde su padre, James Jordan, reparaba aparatos eléctricos para ganar unos dólares extra.
Un día, el pequeño Michael quiso ayudar y su papá le pidió una llave inglesa. El muchacho no sabía cuál era. La respuesta fue un golpe al orgullo que nunca olvidaría: “No vales para nada. Métete en casa a hacer cosas de mujeres y ayúdales a lavar los platos”, le dijo su padre. Esas palabras lo marcaron como un tatuaje.
Rechazado y llorando
Tiempo después, Michael fue rechazado del equipo de baloncesto del colegio. Regresó a casa destrozado, se tiró a la cama y pensó en dejar el deporte para siempre.
Pero ahí apareció su madre, firme y directa: “Si de verdad te gusta jugar, no abandones. Vete al segundo equipo, esfuérzate y vuelve a intentarlo la próxima temporada”.
Ese consejo fue su punto de quiebre. Desde entonces, el joven Jordan empezó a levantarse a las seis de la mañana para entrenar más que nadie.
Pasó de ser un chico sin confianza, que sudaba de nervios al tocar el balón, a un competidor imparable.
La rabia que lo impulsó
Jordan confesó años después el “truco mental” que lo mantenía firme: “Cuando quería dejar de entrenar, cerraba los ojos y veía aquella lista en la que mi nombre no aparecía... o recordaba las palabras de mi padre. Eso me animaba a seguir”.
De esa mezcla de orgullo y disciplina nació el mejor jugador de todos los tiempos.
El hombre que lo ganó todo en la NBA
Jordan no solo es una leyenda, es sinónimo de éxito dentro y fuera de la cancha. Durante su carrera con los Chicago Bulls, conquistó seis campeonatos de la NBA (1991, 1992, 1993, 1996, 1997 y 1998) y fue elegido Jugador Más Valioso (MVP) de las Finales en cada una de esas series, un récord que aún se mantiene.
A nivel individual, fue cinco veces MVP de la temporada regular (1988, 1991, 1992, 1996 y 1998), 14 veces All-Star, 10 veces líder anotador de la liga y mejor defensor del año en 1988. En total, promedió 30,1 puntos por partido, el más alto en la historia de la NBA.
Con la selección de Estados Unidos también dejó huella: ganó dos medallas de oro olímpicas, en Los Ángeles 1984 y Barcelona 1992, como parte del mítico Dream Team.
Jordan fue incluido en el Salón de la Fama del Baloncesto en 2009 y su camiseta número 23 se convirtió en un ícono mundial. Su legado no solo está en los títulos, sino en la mentalidad que cambió el deporte: esfuerzo, disciplina y una obsesión por ganar.
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