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El fantasma de un niño asustó a una familia en Cotocollao, norte de Quito.Adrián Peñaherrera

Quito: La historia de la familia que vivió momentos de terror por un niño fantasma

Sucedió dentro de una casa de Cotocollao, en el norte de Quito. Una de las testigos contó a EXTRA la experiencia paranormal que no la deja vivir

Marisol volvió a recordar una de las noches más aterradoras de su vida: aquella vez que visitó la casa donde su sobrina acababa de mudarse, en Cotocollao, hace un poco más de dos décadas, y que, de forma misteriosa, la joven abandonó sin mirar atrás.

La mujer, residente de Carapungo, en el norte de Quito, asegura que todo se debió a una serie de hechos que ella, sus hijos y su pariente vivieron durante una madrugada y que, hasta hoy, ninguno ha podido explicar.

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Todo ocurrió alrededor de las 03:00. Marisol recordó que había llegado del trabajo y que sus hijos estaban en casa de su sobrina, donde pasaban la noche. De pronto, la joven se despertó sobresaltada y fue a buscar a su tía. “Me dijo: ñaña, dile a tu hijo que el baño es acá. Le digo: ¿Qué? Si mi hijo está durmiendo. Me contesó: no, yo le vi que se levantó al baño”.

Ese fue el instante en que todos comenzaron a inquietarse. Después, uno de los niños de Marisol se despertó y, aunque seguía medio dormido, comenzó a señalar hacia lo alto del armario. “Mami, míralo, míralo, está ahí arriba”, insistía.

La mujer trató de calmarlo y le repetía que no había nadie, pero él afirmaba que sí, que estaba ahí una figura humana. Aquella insistencia, acompañada del tono asustado del pequeño, aumentó la tensión dentro de la habitación.

La muerte de un niño en Cotocollao

Minutos más tarde, desde la cocina empezaron a escucharse sonidos de platos y ollas que se movían solos. La familia, tomada de las manos, intentó rezar el Padrenuestro, pero Marisol aseguró que no pudo pronunciar la oración, mientras que los demás sí lo hicieron.

Cuando creían que la situación no podía ponerse peor, desde la terraza se escuchó un golpe fuerte, como el sonido de un plato. Sin embargo, no había perros ni nada que pudiera justificar el estruendo.

Los ruidos continuaron. A los golpes se sumaron el ruido de arañazos violentos en la pared. Los niños estaban aterrados y la decisión fue inmediata: salir de la casa. Mientras recogían algo de ropa y algunas pertenencias, el celular de la sobrina comenzó a sonar, pese a que estaba apagado, un detalle que terminó por desbordar el miedo de todos.

Ya lejos del lugar, la familia se enteró de que en esa casa había muerto un niño. “Esa fue mi experiencia inexplicable”, concluyó Marisol sobre aquella noche que, 20 años después, aún la estremece.

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