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Quito

La forense quiteña contó detalles de su labor y el miedo que ahora le genera entrar a un cementerio.Adrián Peñaherrera

Entre fantasmas y cadáveres: La vida de una forense en Quito

La especialista da detalles de cómo es la labor con cadáveres. Además de una sensación que no le deja entrar a los cementerios. Conozca el caso

Alexandra ha trabajado 17 años junto a la muerte. A partir de 2008, esta abogada (49) ha ejercido como perito forense y ha estado en lugares donde el crimen ha dejado su macabra huella.

“Siempre he estado en las escenas de los asesinatos, me ha tocado enfrentar víctimas de agresiones, pero también psicópatas, depredadores sexuales y demás”, relata. Gracias a sus conocimientos, Alexandra también ha impartido clases a estudiantes de Derecho desde un sitio incómodo: la morgue.

Durante tres años, dio cátedra desde los anfiteatros sobre los casos más espeluznantes que ha conocido. Para ello, se preparó académicamente en México, donde aprendió nuevas técnicas forenses.

Una de ellas llamada rehidratación cadavérica, una técnica que sumerge cadáveres en una solución líquida para restaurar la consistencia y las características de la piel y los tejidos. Alexandra explica que con esto se busca volver a hacer identificables los restos, para obtener huellas dactilares, observar tatuajes, cicatrices, lesiones y rasgos faciales que se habían perdido debido a la descomposición avanzada.

Alexandra cuenta que un profesor la felicitó por su constancia en el trabajo con los fallecidos, aplicando la fórmula. “Sin embargo, yo no sabía qué elementos formaban esos compuestos que usábamos en la rehidratación, por lo que me puse a investigar”.

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Durante años, la perito quiteña ha laborado con cadáveres.Ilustración con IA (POE)

Durante mucho tiempo, Alexandra indagó y dio con su propia fórmula. En su laboratorio tiene, al menos, 17 muestras dentro de frascos: fetos, un corazón, un cerebro y otras partes humanas. “A cada una le abrí un expediente y les puse nombres, porque, por dignidad, los seres humanos merecemos tener este tipo de cuidados”.

Alexandra narra que ama esta labor. Sin embargo, desde hace cinco años, tiempo en el que ha trabajado con la rehidratación cadavérica, ha sentido algo extraño, lo que le genera una fuerte duda: no sabe si existe una explicación lógica o incluso paranormal.

“En una ocasión, me invitaron a dar una clase de rehidratación cadavérica junto a un tanatopracta, en un cementerio del Valle de los Chillos”, rememora. Al ingresar al camposanto, tuvo una sensación rara: empezó a temblar, a decaerse y, al detenerse en la entrada a la espera de los estudiantes, sufrió un terrible ataque de ansiedad. Su asistente le preguntó qué le pasaba y, para calmarla, la ingresaron al subsuelo del cementerio.

Dio la clase con un cadáver de muestra, pero al terminar la presentación volvió a experimentar los mismos síntomas. Desde entonces, Alexandra desarrolló una suerte de fobia a los cementerios, pese a que su labor la obliga a acudir a ellos.

Cuando buscó una explicación, no la encontró, y alguien le dijo que, debido a su trabajo, los espíritus podrían verla como una amenaza. Aun así, Alexandra enfrenta esta experiencia con convicción, confiando en que su trabajo le permitirá superar lo que podría ser, incluso, una batalla con lo desconocido.

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