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Guayaquil

9 de Octubre: Los curiosos secretos de la revolución que independizó a Guayaquil
La independencia de Guayaquil que se fraguó entre pólvora, traiciones y sentimientos. Historiador cuenta a EXTRA detalles relevantes de la gesta
Antes de que Guayaquil gritara su independencia, sus héroes ya tenían un plan secreto. Entre calles y cuarteles, cada rincón que hoy parece común fue testigo de reuniones, capturas y tomas estratégicas que marcaron la historia. Desde la Fragua de Vulcano hasta la firma del Acta, estos lugares guardan la memoria de cómo nació la libertad… aunque hoy muchos solo los vean como parqueaderos, edificios o atractivos turísticos.
(Lea también: ¿Olvidamos a nuestros próceres? La verdad detrás del 9 de Octubre en Guayaquil)
Línea de tiempo del 9 de octubre de 1820 en Guayaquil
Fragua de Vulcano
Entre el 1 y 2 de octubre, los próceres se congregaron en este lugar en una reunión secreta clave para organizar la batalla. Actualmente, el sitio funciona como un parqueadero situado entre las calles Elizalde y 9 de Octubre.

Cuartel Batallón de Milicias
A las 20:00 del 8 de octubre, Febres Cordero y Damián Nájera llegaron a este cuartel, y cerca de 250 soldados se unieron a su causa. A día de hoy, en este sitio se encuentra el Edificio Crillón.

Granaderos de Reserva
Dos horas después, los insurgentes tomaron este espacio junto con los bajos de la antigua Casa Consistorial. Actualmente, el lugar alberga el Palacio Municipal.
Casa de Benito García del Barrio
A la medianoche del 8 de octubre, los patriotas capturaron al comandante de los Granaderos de Reserva, Benito García del Barrio, y ocuparon su domicilio. En la actualidad, allí se encuentra la Biblioteca Municipal.

Toma del Fortín de Planchada
Alrededor de las 04:00 del 9 de Octubre, las tropas se tomaron este punto de defensa, el cual es el único que permanece hasta estos días. No obstante, hoy solo es un atractivo turístico. (Foto 5)

Firma del acta de la Independencia de Guayaquil
Para las 10:00 de aquel memorable día, los revolucionarios se reunieron en la Casa Consistorial -el actual Palacio Municipal- y firmaron el Acta de Independencia. José Joaquín de Olmedo aceptó el cargo de jefe político.
Secretos que marcaron la revolución del 9 de Octubre de 1820
La independencia de Guayaquil no solo fue una gesta patriótica, sino una historia llena de curiosidades, alianzas inesperadas, dinero, fiestas y hasta romance. Gabriel Fandiño, miembro de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, compartió con EXTRA varios de esos datos poco conocidos que revelan un rostro más humano y complejo de la llamada 'Aurora Gloriosa'.
El ausente más famoso del 9 de Octubre
Aunque su nombre aparece en casi todas las pinturas, José Joaquín de Olmedo no estuvo en las reuniones de la Fragua de Vulcano, aquel encuentro clave donde se gestó la independencia. Durante los días previos al 9 de Octubre, Olmedo se mantuvo al margen porque no era un hombre de armas. “Él sabía que su papel no era en la batalla, sino después, cuando la revolución necesitara orden y gobierno”, explica Fandiño.

Y así fue: una vez liberada la ciudad, Olmedo asumió el mando político y frenó los abusos cometidos por el militar Gregorio Escobedo, consolidando un gobierno civil que dio estabilidad a la naciente Provincia Libre de Guayaquil.
Los soldados que pelearon por falta de sueldo
Uno de los secretos mejor guardados es que parte del ejército que apoyó la independencia era, en realidad, realista. Muchos de esos soldados no habían recibido su paga en meses, y los patriotas guayaquileños —en su mayoría comerciantes adinerados que aprovechaban el puerto de la ciudad— aprovecharon esa situación.
Les ofrecieron cubrir los sueldos con el dinero de las cajas reales que estaban en la ciudad. “Las revoluciones cuestan dinero, y la de octubre fue financiada con la plata de Guayaquil”, recuerda Fandiño. Esa inversión dio origen al primer ejército patriota de la región.
León de Febres Cordero, el motor del 9 de Octubre
El venezolano León de Febres Cordero, expulsado del ejército español por sus ideas libertarias, fue quien mantuvo viva la llama revolucionaria cuando algunos comenzaron a dudar apenas 3 o 4 días antes del gran día. “Él fue quien dijo: ‘aquí nadie se baja de la camioneta’. Sin él, la revolución no habría ocurrido”, afirma Fandiño. Su liderazgo fue clave entre el 1 y el 9 de octubre, aunque después cedió el protagonismo a Olmedo.

Corrupción del poder militar: el caso de Gregorio Escobedo
Gregorio Escobedo, tomando inicialmente un papel militar en la rebelión, fue protagonista de controversias tras el 9 de octubre. Desde los primeros días, Olmedo denunció ante el general San Martín que Escobedo había encarcelado europeos indiscriminadamente, los mantuvo en condiciones precarias (en un pontón), y se apropió de sus bienes sin ingresarlos a los fondos públicos oficiales.
Una revolución con todos los ingredientes
La gesta del 9 de Octubre tuvo heroísmo, amor y un toque de novela. León de Febres Cordero se enamoró de la hija de José de Villamil durante los preparativos, mostrando que incluso en medio de conspiraciones había lugar para la pasión. La revolución también tuvo un costo humano: al menos 28 hombres murieron, no solo uno como suele contarse.
Durante dos años, la Provincia Libre de Guayaquil vivió un breve sueño de autogobierno: administraba sus recursos, financiaba su ejército y no dependía de nadie. Fandiño lo describe como “una maravilla”, un período único en la historia de la ciudad, donde heroísmo, amor y libertad se entrelazaron como en un relato novelístico.
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