“Aquí cuidamos a nuestros hijos”: la red de madres que enfrenta la violencia en Guayaquil
En Monte Sinaí, un chat de WhatsApp se volvió clave para proteger a niños y sostener a toda una comunidad golpeada por la inseguridad.

El grupo de padres de Nueva Esperanza les regaló una Navidad distinta a los menores, como parte de otra iniciativa comunitaria.
En el noroeste de Guayaquil, donde la violencia condiciona la vida diaria, un grupo de madres decidió cerrar el año aferrándose a lo esencial: proteger a sus hijos y sostener la comunidad.
En la cooperativa Nueva Esperanza, en Monte Sinaí, la Navidad no se vivió como una celebración de abundancia, sino como una pausa para reafirmar los lazos que permiten seguir.
En medio del cerro, los vecinos levantaron un árbol de Navidad construido con platos de plástico y materiales reciclados que lograron reunir. No hay luces importadas ni adornos costosos, pero sí una voluntad compartida que se vuelve visible en cada detalle. A su alrededor, las casas de caña, alineadas sobre el suelo de tierra, evocan un pesebre improvisado que funciona como refugio colectivo.
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Nueva Esperanza es un territorio irregular, de lomas profundas y caminos sin asfaltar, habitado por familias que llegaron desde distintos puntos del país y de la región. Un estudio de las sociólogas Lucía Pérez y Marilyn Urresto describe a la comunidad como un espacio marcado por el desplazamiento: refugiados de la violencia en Colombia, jóvenes venezolanos que salieron caminando de su país y manabitas que perdieron sus hogares tras el fenómeno de El Niño de 1997.
La investigación de la Facultad de Ciencias Sociales y Latinoamericanas señala que la precariedad económica y la pobreza, agravadas por crisis sociales y diversas formas de violencia, son parte de la vida cotidiana del sector. Porque residir allí significa convivir con mensajes pintados en las paredes que funcionan como advertencias: “No oigo, no veo, no hablo; mejor dicho, no soy sapo”.
En este contexto, un grupo de padres convirtió un chat de WhatsApp en una herramienta de organización y cuidado mutuo. “Ya son diez años viviendo aquí”, relata una de las integrantes del colectivo, que hoy reúne a 23 mujeres y dos hombres que se apoyan para enfrentar los riesgos del entorno.
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“La mayoría somos amas de casa. Nos hemos capacitado primero con el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos y luego con el Municipio de Guayaquil, para apoyar a los niños en el refuerzo escolar. Algunas madres también cuidamos a los hijos de otras, para que ellas puedan cumplir con sus actividades”, le cuenta la líder comunitaria María Eugenia Delgado a EXTRA.

Este es el árbol de Navidad que los padres crearon con materiales reciclados.
“Ningún chico es drogadicto”
El esfuerzo cobra mayor sentido en un país donde, tras la pandemia de Covid-19, más de 450.000 niños y adolescentes, entre los tres y los 17 años, permanecen fuera del sistema educativo, según cifras del Ministerio de Educación. A ello se suma el rezago académico evidenciado por las pruebas del Ineval, cuyos puntajes promedio no alcanzan los 700 puntos sobre 1.000.
Frente a ese escenario, madres como María Sánchez optaron por involucrarse en el voluntariado barrial para crear espacios que mantengan a los niños ocupados y acompañados. Talleres, juegos y tareas compartidas forman parte de una rutina que busca evitar el abandono y reducir los riesgos.
Uno de los logros que más orgullo despiertan en la comunidad es el huerto sembrado junto a las viviendas donde habitan alrededor de 350 familias. “Gracias a Dios, en nuestra comunidad ningún chico es drogadicto, ni se ha metido en vicios”, expresa Sánchez.