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Guayaquil

La vendedora de jugos en Guayaquil que sufre malentendidos por ser demasiado amable
Estefanía pedalea casi una hora diaria para vender jugos en Guayaquil. Su trato cariñoso con los clientes le ha causado malentendidos y reclamos
Estefanía Gómez, o Chama, como le dicen los comerciantes del Mercado de Artículos Varios (Cuatro Manzanas), en el centro de Guayaquil, ha ganado el cariño de los comerciantes y, por añadidura, resistencia cardiopulmonar a punta de pedalear entre 50 y 60 minutos a diario desde el suburbio.
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Ella, de 36 años, se ha hecho de la confianza de sus clientes por los jugos que vende de lunes a sábado entre las 08:00 y 12:30, en la esquina de Juan Pío Montúfar y Pedro Franco Dávila. De naranja, naranja con zanahoria, maracuyá, sandía y hasta tomate de árbol tiene en su provisión.
“Todos están frescos y sanos. Además, algunos vienen hasta congelados para los clientes que prefieren bien helados y otros están solo helados para los que se lo toman al momento; lo importante es que el trato al cliente es excelente y lo que caracteriza”, cuenta.
Los reclamos que le han hecho a Estefanía: ¿cuáles han sido?
Justo el trato cariñoso al que ella se refiere, como decirle ‘mi amor’, ‘mi corazón’ o ‘mi vida’ a sus comensales, ha sido el que le ha traído inconvenientes con hombres y mujeres en su alrededor.
“Yo llegué hace seis años al país y es sabido que los venezolanos tienen el trato amable a cualquier persona; es normal para nosotros. Apenas empecé a trabajar en esto las personas se me reían por los que les hablaba bonito, incluso una vez un señor me dijo ‘ahhh, ¿entonces usted quiere un ‘relajillo’?’ refiriéndose a un ‘vacile’ y me tocó ponerle límites porque él había malinterpretado”, cuenta.

En cambio, en otra ocasión, cuando se acercó a comprar carnes en uno de los puestos del mercado que frecuenta la esposa de uno de los comerciantes la encaró. “Esa vez dije para mi ‘trágame tierra y escúpeme en Venezuela’ (risas). Yo le dije ‘buen día, mi amor; deme carne’ y la señora respondió ‘¿perdón? ¿qué fue lo que dijo?’, enseguida entendí y me disculpé. Ahora es una muy buena clienta y persona conmigo”, revela avergonzada.
Sin embargo, su trabajo y las ganancias que hace valen la pena y el cansancio cicleando todos los días por más 25 minutos en cada trayecto, pues en su bicicleta carga con la hielera y un paquete de botellas para llegar hasta la plaza comercial. “Nos va bien, pero fuera bueno tener un puesto fijo para evitar correr cuando llegan los municipales”, concluye.
Con alegría y esperanza, Estefanía continúa en su labor con el afán de generar ingresos para su familia.
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