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Guayaquil

“No se olviden de nosotros”: el grito de los payasos de Guayaquil por subsistir
Los payasos de Guayaquil enfrentan el olvido y la falta de apoyo. Con menos trabajo, luchan por subsistir y mantener viva su tradición
Cuando tenía cinco años, Antonella Garzón vio por primera vez a Luis Moreno. Fue en una fiesta infantil, donde él ofreció un show interpretando a su personaje más querido: el payasito Paletita. Aquella niña emocionada que lo observaba, en la actualidad es la payasita Antito. Y, por esas vueltas que da la vida, ahora son compañeros en ese noble oficio.
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Además de Paletita, Antonella tuvo otra inspiración. Creció mirando álbumes de fotos de su hermano, quien aparecía con el rostro pintado de payaso. Su familiar ya no está en este mundo, pero esas imágenes la conmovieron tanto que decidió continuar su legado.
“Mientras un niño viva, el payaso será eterno”, dice sonriendo al recordar sus orígenes como artista. Para muchos en este gremio, esa frase es casi un caballo de batalla que los impulsa a seguir, aun cuando piensan en rendirse. Y es que el tiempo ha sido ingrato con quienes se dedican a esta actividad: los contratos escasean, pero el hambre no perdona.

Paletita escucha atento a su colega. “Yo era pequeñita y usted ya trabajaba, ¡imagínese!”, bromea Antito, mientras le da una suave palmadita en el hombro derecho. Él ríe de inmediato, en un gesto que refleja la genuina camaradería entre ambos.
Luchan por beneficios y seguir vigentes
Aunque la demanda ya no es la misma que en otros tiempos, la payasita Antito, de 32 años, es prueba de que estos populares artistas no han desaparecido. Representa a una nueva generación de cómicos que lucha por mantener vivo el oficio y conseguir beneficios como acceso a la seguridad social o, incluso, bóvedas fúnebres a precios módicos para los colegas que fallecen.
“Hace poco murió el vicepresidente de la Asociación de Artes Circenses de la Provincia del Guayas (Aciprog). No teníamos dónde sepultarlo y lo llevamos a otro cantón, fuera de Guayaquil. Pedimos a las autoridades que nos cedan un espacio para las sepulturas, como en Chile, donde los cirqueros sí lo tienen”, señala Johnny Machado, conocido en las tarimas como el payasito Loquillo.
Se actualizan con precaución
Antito se promociona en redes sociales. Además de animar fiestas, pinta caritas y comparte contenido digital para que el público conozca su trabajo. “Hay que innovar, uno no se puede quedar en lo pasado. Hay que buscar la forma”, dice mientras acomoda su colorida peluca morada y rosada, al estilo del personaje de ficción Harley Quinn.

Paletita y Loquillo, de 62 y 57 años, también buscan actualizarse. Se promocionan en internet, renuevan sus trajes y ofrecen números nuevos como magia, globoflexia y aparatos que lanzan burbujas de jabón. Eso sí, trabajan atentos a posibles riesgos: como otros oficios, el de payaso también ha sido blanco de extorsiones.
“Yo les dije: ‘discúlpenme, ¿qué tengo yo para pagarles?’. ‘Pero te podemos prestar plata’, me respondieron. Yo contesté que no”, recuerda Loquillo sobre aquella amarga experiencia con delincuentes.
Tuvieron que incursionar en otras labores
En los años noventa, Paletita solía instalarse con otros payasos afuera de locales estratégicos del centro de Guayaquil para ganar contratos. Entonces podía presentarse hasta en ocho fiestas por semana.
“Nos parábamos afuera de la panadería Dina, en Lorenzo de Garaycoa y Colón; también del Saloncito o la feria de juguetes La Raspa, en Boyacá”, relata con emoción, recordando aquella ciudad de antaño, todavía no azotada por la criminalidad.
“A veces teníamos que darles contratos a otros compañeros porque no nos alcanzábamos”, exclama.
Antito se suma a la charla: “Yo también alcancé lo último de eso. A los 14, 15 años iba con ellos a ver en qué podía ayudar y ganarme algo”, recuerda sobre sus primeros pasos.

Tienen menos contratos
Hoy la realidad es distinta. Con suerte logran un contrato por semana, a veces solo uno cada 15 días. Los pagos también bajaron: de un promedio de 90 dólares por hora, ahora rondan los 60 o incluso menos de 50. Eso obliga a complementar ingresos con animación, teatro callejero, participación en circos y otros oficios.
Peter Chacón, conocido como Chapir y presidente de la Aciprog, confirma que varios compañeros actualmente son albañiles, electricistas o guardias de seguridad. Paletita, de hecho, dedica gran parte del tiempo a cuidar carros en las calles.
“Muchos están dejando esta tradición. Pero en el corazón siempre queda eso que uno ama. Además, todos alguna vez nos reímos con un payaso, celebramos cumpleaños con esa alegría. Sería lindo que también nuestros hijos vivan esa experiencia. No se olviden de nosotros”, reflexiona Chapir.
Circo como patrimonio
Pese a las dificultades, Antito, Paletita, Loquillo y Chapir siguen firmes en su empeño de no dejar morir el oficio. Incluso esperan que las artes circenses sean declaradas patrimonio en Ecuador.
Esa es una de las metas del Sexto Congreso Internacional de Circo Tradicional Latinoamericano, que se realizará en Guayaquil del 11 al 13 de noviembre próximo.
“Vendrán representantes de más de diez países. Será una fiesta, un evento de trascendencia. Queremos que las autoridades nos ayuden, que nos faciliten un lugar para poderlo llevar a cabo”, concluye Chapir.
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