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Guayaquil

El legado de Alicia Chica Villón: recuerdos de la United Fruit Company en Tenguel
Con 80 años, recuerda cada rincón de su pueblo, desde la United Fruit Company, y guarda en su casa botellas, vagones y mil historias
Alicia Chica Villón, de 80 años, llegó a Tenguel a los 6 años, cuando su padre se mudó desde la hacienda Las Mercedes, en Los Ríos, por motivos de trabajo, hasta lo que ahora es la parroquia rural de Guayaquil. Por amor a la tierra que la acogió, investigó hasta el cansancio la historia que recoge y que se cuenta entre sus pobladores.
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Entre sus pertenencias destaca una carpeta, más gruesa que una Biblia. Con un sutil llamado a Rosita, quien la cuida, le indica que se la extienda. Alicia empieza a narrar las anécdotas recopiladas y comparte su conocimiento sobre Tenguel, parroquia que fue utilizada por la United Fruit Company (multinacional estadounidense de comercialización de banano) desde 1934 hasta los primeros años de la década de 1960.
Su movilidad es reducida, pero su mente está lúcida. Habla con autoridad sobre lo que aprendió y escuchó durante el tiempo que trabajó para el IERAC (Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización), institución que actualmente se traduce en la Subsecretaría de Tierras y Reforma Agraria.
Así recuerda Alicia a su familia
Alicia reside en una vivienda de 90 años que perteneció a la “Compañía”, donde conserva piezas históricas que marcaron la población. “Mi papá era cuencano y mi madre de Los Ríos. Él llegó aquí para ser contador de la United Fruit Company porque lo conquistaron para que cambiara de trabajo”, explica.
Al crecer, conoció a quien sería su esposo (es viuda) y allí también construyó su hogar. “Él era cuencano, fue contador y llegó aquí también a trabajar. Solo tuvimos un hijo y, aunque queremos a Tenguel, pensamos que era mejor enviarlo a estudiar a Guayaquil”, relata.

La octogenaria admite que la educación de su hijo en el Puerto Principal fue costosa, pero fructífera, ya que se convirtió en un profesional exitoso. “Recuerdo que viajaba bastante para hacer mapas o dibujos que le pedían, y la mamá siempre estaba al rescate”, comenta entre risas.
Su voz se entrecorta al recordar a su hijo, quien reside en el extranjero por trabajo. Él laboró en la base militar de Estados Unidos en Manta (2000-2009) y, tras la salida de la misión del país, fue trasladado a otros destinos con la empresa.
“Él tiene su casa en Machala, donde vive su familia, pero ahora está en Irak y antes trabajó en Afganistán y África. Yo ya soy una vieja llorona (risas) y lloro por todo, pero solo lo pongo en manos de Dios para que lo cuide”, expresa entre lágrimas.
Así es la residencia de Alicia
Aunque en ese momento no había energía por los cortes sorpresivos y recurrentes, en el fondo de la sala de su amplia casa brillan grandes botellas de vidrio con formas especiales. Alicia explica que la Compañía las usaba para repartir leche entre los trabajadores y aclara que no es la única pieza que conserva como preciado objeto.
“¿Cómo he conseguido todo esto? Conversando con los más viejitos y yendo a rincones alejados de Tenguel y sus alrededores”, afirma. Su curiosidad por la lectura, la investigación y la cultura le permitió reunir un “museo” de piezas de metal y vidrio. Una de las más destacadas es parte de los vagones que la United Fruit Company utilizaba para trasladar frutas desde las haciendas hasta Puerto Conchero, punto de embarque hacia el exterior.

“Ahorita está en el portal de mi casa, pero la compré como chatarra. Estaba abandonada y sin mantenimiento en la hacienda San Rafael. Así conseguí muchas cosas, y hasta coqueteaba un poco para convencerlos de venderme estas piezas”, dice con picardía.
Ahora, por su edad, no puede mantenerlas como quisiera, y algunas han perdido parte de su gracia. “Conocí al exalcalde Jaime Nebot durante su administración, y me pidió que hiciera una monografía sobre Tenguel. La entregué en Guayaquil, pero no sé dónde estará guardada”, menciona.
Recuerda un episodio incómodo: una encargada del Departamento de Turismo de Guayaquil le dijo que podían recibir como donativo la pieza del ferrocarril que posee, pero Alicia respondió que podía venderla a bajo precio. “Me dijeron que el Municipio no compra nada, todo debe ser donado. Yo no iba a aceptar eso, porque todo me costó”, insiste.
Por Tenguel, dice Alicia, podría hablar todo el día; sin embargo, prefiere enfocarse en pedir obras para la parroquia que siente como suya. “Yo quisiera verla, a mediano o corto plazo, como una tierra próspera y con obras, con gente que conozca sus riquezas e historia”.
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