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Judicial

Quito: Autoridades no responden por cadáver en San Roque ¡Se ‘tiran’ el muertito!

Ninguna institución quiere hacerse cargo del entierro del joven que lleva 18 días en una casa abandonada. Su madre ha clamado por ayuda, pero nadie la escucha.

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La madre se quedó sin un lugar para vivir. El cuerpo de su hijo se descompone en la casa. No quiere abandonarlo.GUSTAVO GUAMÁN

Día 18. Apesta. El cuerpo de David Molina se sigue descomponiendo al interior de una vivienda abandonada de San Roque, en el centro de Quito.

Han pasado más de dos semanas desde que su madre, Irene Caguasquí, lo sacó de la morgue. No ha podido enterrarlo. “No tengo con qué”. Llora. Ha pedido ayuda. Nadie le responde.

¿Y las autoridades? Se siguen ‘tirando’ el muerto. No quieren hacerse cargo de un cadáver ajeno.

Los vecinos dicen que hubo una colecta y que la progenitora de Tontón, como llamaban al muchacho (de 24 años), se gastó la plata en licor. Ella lo niega y sostiene que le entregó parte del dinero (200 dólares) a un “comedido” que ofreció conseguirle un nicho en un cementerio de la zona. Pero el tipo la engañó y se ‘peló’ con las dos ‘gambas’.

Caguasquí asegura que el resto de billetes eran falsos. Busca en un bolso desgastado y saca un billete ‘trucho’ de cinco. “Solo este me quedó. El resto boté. Tenía irás. No es justo que se burlen de mi dolor y de mi pobreza”,.

El miércoles 28 de septiembre no había rastro de ella. Los residentes de San Roque la buscaron por el mercado, por la cantera y hasta en la plaza. La acusaban de haber abandonado el cadáver de su retoño.

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Caguasquí lamenta no tener los medios para enterrar a su hijo. Ha recorrido la ciudad en busca de ayuda. Asegura que muchas instituciones le han cerrado la puerta.GUSTAVO GUAMÁN

Oídos Sordos

Caguasquí, ajena a las difamaciones, recorría fundaciones en busca de ayuda para sepultar los restos de David. Nadie dio oídos a sus súplicas, dice.

Pero no solo sus pedidos han sido desatendidos. Los vecinos llevan semanas llamando a los equipos de emergencia. No les dan solución. La policía también está “limitada”. No puede topar un cuerpo que ya fue entregado a la familia, según Patricio Vargas, comandante de la zona.

Los agentes se han comunicado con el Ministerio de Inclusión Económica y Social. De esa cartera de Estado tampoco plantean una alternativa. Del Patronato San José del Municipio de Quito prefieren no dar declaraciones. Incluso, sus representantes fueron retirados del sitio. Les dijeron que ‘no tenían vela en ese entierro’. Pero de sepelio solo la palabra, porque el cadáver de David sigue pudriéndose en el abandono.

Desde que el penúltimo de sus descendientes empezó a descomponerse dentro de la casa, Caguasquí tiene que dormir en la calle. El olor a muerte es insoportable. Pero no tan letal como el dolor de haber perdido a su hijo.

El llanto aflora. La madre lo recuerda: chiquitico, churón. Se lo pedían prestado para que en los pesebres fuera Niño Dios. Lo llamaban Rayito de Luz. Pero se extinguió. “Se volvió una oveja descarriada. Yo le pedía que cambiara, pero no pudo”.

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David Molina se descarrió. Aunque la madre trató de enderezarlo. No pudo, cuenta.GUSTAVO GUAMÁN

Foco de infección

El cuerpo de David fue levantado por una ambulancia de Medicina Legal en un hospital de Calderón, en el norte de Quito. Murió de neumonía. Los vecinos temen que la presencia del cadáver los infecte. “Hay una escuela justo al frente. Los niños pueden enfermar”, comenta Margarita Puetate, residente del barrio.

Los padres de los alumnos también están preocupados. Desconocían que David llevaba tantos días allí. Dudan. No saben si es buena idea seguir enviando a sus hijos a clases. Al menos, hasta que se lleven ese cadáver. “Este es un tema de salud pública. Alguna autoridad debería responder”, pide José Loreto.

Al frente, Caguasquí recoge sus cosas. Un par de prendas, algunos trastos, unos desgastados sillones rojos. Debe salir de la casa. La peste no la deja dormir. Su hija Elizabeth le dará posada, pero el remordimiento la ‘mata’. No quiere irse hasta que David descanse en un camposanto. 

Policías custodian el lugar

Patricio Vargas, comandante del Distrito de Policía Manuela Sáenz, explica que se ha contactado con algunas instituciones del Estado para canalizar el entierro del chico. Sin embargo, no ha tenido respuesta.

A Vargas le preocupa la situación por un tema de salud pública, pero también por humanidad. “Es doloroso que nadie pueda hacerse cargo. La familia es vulnerable. Vive en extrema pobreza. Necesitan una mano”, lamenta.

El oficial ha dispuesto a los uniformados que hagan guardia en esa casa, para evitar que se profane el cuerpo. “No podemos hacer más. No tenemos documentos para enterrarlo. Tampoco es posible llevarle a la morgue porque ya estuvo allí”.

Desentendidos

Del Ministerio de Inclusión Económica y Social indicaron a EXTRA que enviarán una trabajadora social para empaparse del caso.

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