Opinión
Cartas al director
La invitada del día
Cumandá Páez
Por: Silvia Buendía - @silvitabuendia
Cumandá Páez trabajó 38 años de su vida como maestra y durante todo ese tiempo aportó puntualmente a la seguridad social, como manda la ley. En julio de 2015 Cumandá fue diagnosticada con un cáncer gástrico degenerativo que la imposibilitaba de realizar cualquier actividad permanente y solicitó su jubilación por enfermedad catastrófica. Ella cumplía con todos los requisitos para esto e incluso la Constitución en su transitoria vigésimo primera establece que el Estado estimulará la jubilación de docentes del sector público mediante el pago de una compensación.
Cumandá no estaba rogando por un favor, estaba exigiendo que se le reconozca un derecho legal y constitucional. Su demanda no fue admitida por el ministro de Educación. Cumandá tuvo que seguir trabajando, pese a su condición y en el hospital, por falta de insumos, recibió su quimioterapia una vez al mes, en lugar de cada 15 días. La agonía de Cumandá fue desgarradora, no solo por lo doloroso de su cáncer, sino por no contar, ni ella ni su familia, con los recursos necesarios para aliviar su dolor, para tener una muerte digna. Pese a esto, Cumandá tuvo la presencia de ánimo de pelear contra el sistema para exigir sus derechos.
Como una broma cruel de nuestro sistema judicial, la audiencia de Cumandá Páez se dio el 1 de junio de 2016, un día después de su muerte. Cumandá murió peleando.
Hay otras maestras y maestros en el mismo drama que Cumandá Páez. Son adultos mayores, han trabajado toda su vida, están enfermos; no merecen morir en el infructuoso intento de que el Estado les otorgue algo que no es una caridad, algo que es su derecho.