Columnas: La Carta de Guayaquil

En los grandes debates de nuestra sociedad, temas como la lucha contra la corrupción y la defensa de los derechos humanos se suelen abordar por separado.

Sin embargo, cada día es más evidente que la corrupción propicia violaciones directas e indirectas a los derechos humanos.

Una justicia corrupta nos vuelve indefensos frente al poder. Dejamos de ser iguales ante la ley y perdemos el derecho a un debido y justo proceso.

Un autoritarismo corrupto, como el que hemos padecido durante más de diez años, ha perseguido a ciudadanos, nos ha quitado la libertad de expresión, asociación y participación política.

Además, esos millones gastados en coimas, sobornos y peculado nos han quitado el acceso efectivo a educación, empleo, vivienda. Y, lo que es más triste, esta corrupción generalizada e impune nos ha convencido de que la corrupción es un mal sin remedio.

Ante la gravedad de la situación, nace la Carta de Guayaquil, un documento urgente, una hoja de ruta contra la corrupción y la impunidad, confeccionada desde las organizaciones sociales y difundida en el marco del evento Juntos Contra la Corrupción del día 8 de agosto reciente.

No podemos seguir esperando a que el gobierno cumpla su obligación de fiscalizar, porque tenemos claro que la corrupción se ha estructurado bajo encubrimiento de gobernantes y de su entorno.

Hoy tomamos la posta, es el turno de nosotros, los mandantes.