Columnas: La enorme importancia de la leche materna

Es conmovedor observar la figura de una madre amamantando a su niño o niña. Más real y patético es observar cómo el niño busca el seno de la madre como las aves a su nido o como la manada al manantial para ahí saciar su sed de amor, ¿Qué más tiene un niño que su madre, y qué tiene más una madre que su niño?

Así como la madre tierra engendra en su interior la semilla que protegerá hasta hacerla producir frutos, así el vientre y el alma de la madre protegen su producto dándole el maná que brota de los senos en forma de leche blanca, transparente y pura “leche materna”, maná bendito engendrado en el alma para constituirse en el alimento perfecto para moldear una nueva vida.

La lactancia materna está hecha a la perfección para el hijo, con proteínas, hidratos de carbono, grasas y minerales, con anticuerpos, con inmunoglobulinas que protegen al infante de infecciones y alergias; y lo más importante, el vínculo, la unión de por vida de madre e hijo.

Es desagradable ver a los niños repartidos en cunas lejos de la madre, la cuna natural del recién nacido es el pecho de la madre. Allí se crea un vínculo de amor y respeto para toda la vida. En esa unión con el seno materno está el secreto de la felicidad. Solo allí, con el calor mutuo, se funden las almas en una inconmensurable unión que jamás nadie podrá separar.

Leche materna, manjar bendito hecho a la perfección para formar al nuevo ser con todos los elementos y las perfecciones posibles. Jamás una doncella privará a su niño de su don de alimentar y amar. Jamás un niño debe ser probado de esta: su vida, su libertad, su felicidad.